Las mujeres desde hace años que dejaron de remitirse sólo al ámbito de lo privado para también participar en las decisiones y economía del país. Tímidamente comenzaron en oficios como ser costurera o cocinera para luego especializarse en otros como la enfermería y la educación. Porque desde que las mujeres llegaron a las universidades es que se les ha vinculado con ciertas áreas, como la educación, salud, artes y letras. De esta forma son mayoría las profesoras, enfermeras, matronas y secretarias, ya que también son parte fundamental del sector terciario de nuestra economía -relacionado con los servicios-. Pero en los últimos años esta situación ha comenzado a cambiar y ya no es extraño ver a mujeres desempeñarse en oficios o profesiones que se solían categorizar como de “hombres”. En un año el índice de desempleo de mujeres disminuyó casi un digitó, de 7,8% a 6,9%, según el Centro de Microdatos de la Universidad de Chile Lo que no se deja de relacionar con que muchas mujeres hayan ingresado a trabajar en sectores de gran actividad económica como la minería y construcción. Y, aunque los sueldos no son los mismos que los de hombres que realizan las mismas labores, por ejemplo pueden acceder a remuneraciones de 600 mil pesos hacia arriba en conducción de maquinaria pesada. La amenaza que sienten los hombres respecto a sus trabajos, y que se manifiesta en hostilidad y recelo hacia las mujeres que se integran, no es difícil de entender si tomamos en cuenta la saturación de ciertos oficios y profesiones y la carestía de la vida. Sin embargo algunas mujeres, que en la actualidad realizan actividades asociadas a los hombres, afirman que no todos son recelosos y que siempre existe quien desee enseñarles. El trabajo de las mujeres en estos sectores suele distinguirse por el profesionalismo, rigurosidad y dedicación con que lo realizan, lo que debería llevar a que logren acceder a los mismos sueldos, remuneraciones y beneficios que sus pares hombres.