Cuando ya tenemos clara la película y hemos definido cual será el deber ser que nos motivará a concretar un sueño, proyecto y a servir en pro de una profesión, algunos, nos topamos con una nueva encrucijada: ¡Papá, lo siento! ¡Pero me quiero cambiar de carrera! Estas palabras generan todo un torbellino y revuelo dentro del hogar. Los ¿estás seguro?, ¿pero, por qué?, ¿qué no te gustó de la ingeniería? y ¿quién me dice que no te volverás a cambiar? Son constantes interrogantes que parecen no tener respuesta claro y sólo nuestra convicción personal nos invita a seguir y echarle para adelante y sentarse nuevamente a pensar y ésta vez, si tomar una decisión definitiva y que te llene el corazón.
Cuando les comuniqué a mis viejos que no quería seguir estudiando ingeniería y que quería sacar una carrera técnica en 2 años y medio, su cara de frustración fue evidente. Ellos no podían entender por qué concluyendo un año exitoso y con buenas calificaciones, no quería continuar. Los invité a tomar asiento y les hablé con los sentimientos en la mano. Les expliqué que sabía que me había ido bien y que sería capaz de terminar la carrera en los 5 años que correspondía si me lo proponía, pero el tema era que: ¡Yo no quería! Había decidido dejar las ganas de ser ingeniero ahí...
Mi consejo al afrontar una situación como esta, es hablar con sinceridad y en el momento que lo sientan necesario. En el camino se encontrarán con muchas personas opinando y falta de apoyo en primera instancia, ya que a raíz de esta decisión, es posible que no vuelvan a confiar de inmediato en tu poder de elección. El recobrar la confianza y el poder de creer en ti, será una de las primeras acciones en el camino de comenzar de nuevo, pero siendo sincero y perseverante finalmente volverán a creer en tu palabra.
En mi caso cuando llegó el día de hablar con mis papás, lo primero que les señalé fue que estudiando mi carrera actual no estaba feliz. Que tarde quizás había encontrado mi real vocación y que esperaba recibir su apoyo. Que era una decisión que me venía abrumando hace meses y que no era el resultado de una decisión momentánea o tomada a tontas y a locas. Sino que, de un proceso de autodescubrimiento, desarrollo personal y madurez. Que podía vivir con una actitud de complacencia a los demás forever, pero eso no era justo para mí y ya estaba decidida a velar por mi felicidad y satisfacción personal. Los invite a apoyarme y me disculpé por fallarles de algún modo, pero les pedía que se quedaran tranquilos. Porque fuese lo fuese que estudiara, les aseguraba que sería la mejor profesional en mi área, por la convicción y pasión se mantenían intacta.
Ahora que ha pasado el tiempo y finalmente me cambié de carrera, ellos valoran la sinceridad con que les hablé y aunque, no estudié la carrera profesional que esperaban, me comentan día a día lo orgullosos que se sienten de tener una hija con determinación propia y aguante. Porque sí, mucho aguante necesitarán para partir una, dos o hasta tres veces de cero, si deciden volver a estudiar. Pero, la meta no está en evitar tropezar, sino en saber levantarse más de una vez y no perder la convicción ni la capacidad de soñar y proyectarse...
Imagen CC Freddy Alequin