En fin, su falta de formalidad no es nuestro principal problema en la oficina, sino más bien su falta de rigurosidad al momento de designar alguna tarea en el día. Llega, se sienta frente a su escritorio, instala su MacBook Air y comienzan sus funciones: abrir y reenviar correos, una y otra vez automáticamente.
Y digo automático sin exagerar, porque ni siquiera incluye alguna explicación al momento de reenviar el correo. Cero instrucciones, preguntas o cuestionamientos. Uno tiene que ser adivino e interpretar lo primero que se le venga a la mente y lo peor, es cuando hay que decirle: ¿Carlos, me enviaste un correo en blanco?
-Ahh sí, perdón jajajaja. ¡Ando en otra!
¿En otra? Toda la semana está en otro lugar al parecer, sus funciones son tan programadas que hasta hemos llegado a pensar que es un proyecto oculto de la Nasa y es un robot que viene a probar el nivel de tolerancia del hombre en la tierra.
¡Porque sí! A veces no lo soporto. Sobre todo cuando por razones humanas cometo algún error y él ni siquiera se percata de ello, antes que llegue a manos del cliente ¿Se le habrá olvidado que sus tareas también son revisar mi trabajo final y no sólo enviarme email sin contenidos…?
En fin, he llegado a pensar que gracias a mi jefe el Robot, ya me he ganado el cielo. Con el aumento de tolerancia y respeto que he demostrado hacia el prójimo. ¡Mi prójimo! ¡Nuestro querido jefe!