- Vendedoras de la muerte: La secuencia comienza cuando subes desde el andén del Metro y se te acerca una señora, con tenida formal, y sonrisa estática, para decirte: “Hola, ¿has pensado en comprar un nicho? Nuestro cementerio dispone de unos al alcance del bolsillo de un profesional joven”. Tras el escalofriante ofrecimiento, sueles seguir tu camino con la inevitable interrogativa existencial: “¿en vez de endeudarme para estudiar, debería invertir para el largo plazo?”.
- Comida alternativa: Ya en la calle, sueles ser abordado por los amigos de las hamburguesas de soya. Son inconfundibles con sus cajas plásticas y envases de colores chillones, los que almacenan extrañas salsas.
- Oferta educacional: Entrando por Avenida República, en sólo unos pocos pasos puedes recibir, al menos, tres o cuatro volantes que promocionan centros de formación técnica o institutos educacionales. Un tirón de orejas para ellos, considerando que no es una publicidad muy efectiva, ya que a los minutos esos mismos catálogos pasan a convertirse en mosaicos de la vereda.
- Laboratorio humano: Lápices, muestras de perfume, galletas, bebidas energéticas y hasta preservativos. Cualquiera de esos objetos pueden acabar, gratuitamente, en tu mochila, tras pasar por cualquier intersección de la calle República. Y es que el barrio universitario es un perfecto escenario para las empresas en el objetivo de promocionar nuevos productos.
- Servicio divino: Mención honrosa para aquellas señoras que, si bien son continuamente ignoradas, ofrecen un servicio gratuito y grandilocuente. Hablamos de las cristianas, las cuales deben percibir que el Barrio República es el lugar indicado para hablar de la palabra de Jesús, especialmente en las últimas semanas de cada semestre, donde las plegarias son más recurrentes, con el fin de llegar al anhelado 4.0
¿Se quedó alguno fuera? Agrégalo en los comentarios.
Imagen CC Gotissima