¿De qué manera puede influir un jefe en nuestras vidas?, ¿les damos más importancia de la que realmente tienen?, no crean que en este artículo encontrarán la respuesta, yo no la tengo, lo que si puedo decirles es que he sobrevivido a varios tipos de jefes: el amargado, el tacaño y el mentiroso... ahora me río, pero en sus momento me hicieron llorar, rabiar y sorprenderme, ¿Qué aprendí de ellos? que lo que no te mata, ¡te fortalece!.
Comencé por admirarlo en televisión, después vino la oportunidad, trabajar con él, lo que jamás me imaginé es lo que estaba por venir: desde gritos en un pasillo, golpes sobre la mesa, regaños en televisión en vivo, terror psicológico y más. Podías recibir llamadas un domingo a las 5 de la tarde, solicitando trabajo para el día siguiente, podías pasar la noche despierta trabajando y en la mañana te reclamaban por algo muy pequeño. ¡Era realmente trabahólico!, Lo insólito era que el lavado de cerebro fue tal que todos en la oficina pensábamos que era normal que nos tratara de esa manera, que estábamos aprendiendo y que si hiciéramos las cosas bien, eso no pasaría. Lo típico de una relación masoquista donde creemos que nos merecemos el maltrato.
Debo decir que fuera de la oficina, fue un gran amigo, divertido y buena onda, ¡Sí, hablo de la misma persona!... Ahora me río al pensar cómo aguanté tanto, y sobre todo porque al recordar esta historia de miedo y terror, no lo hago con molestia, sino como una etapa de mi vida, a la cual sobreviví y salí ¡fortalecida!.
Desde tener trabajo a todas horas de mi vida pasé a trabajar una hora diaria, a pesar de que debía cumplir horario de oficina, casi casi no tenía nada que hacer, es allí cuando entra en escena el jefe tacaño, que me pagaba tan poco sueldo que si ese mes iba al cine, no podía comer en un restaurante, era una cosa o la otra. Además me hacía pedir rebajas a todo lo que necesitara, desde tramitar un documento en una notaría hasta para comprar unos zapatos, reutilizar las bolsitas de té, o verlo comer sólo una lata de atún para no tener que gastar dinero, era vergonzoso. Tenía los mejores equipos tecnológicos, de última generación, ropa fina, y peor aún, mucho dinero. Sus amigos se daban cuenta de su forma de ser ya que siempre tenían que invitarlo a comer y correr con gastos que no les correspondían, pero la simpatía jugaba a su favor, era un caballero muy agradable y con buen sentido del humor, así que siempre lograba salirse con la suya.
A medida que pasó el tiempo, fui madurando y aprendiendo que por muy simpáticos que fuesen, no podía permitir que me perjudicaran de alguna u otra manera, es por eso que cuando le llegó el turno al mentiroso, ya me encontraba "blindada" y este me causaba más risa todavía, puesto que cuando me decía las mentiras, ya yo sabía toda la verdad, me comentaba mentiras que pensaba decirle a los clientes y después ¡pretendía decirme las mismas mentiras a mi!, que sino llegó el correo electrónico, justo se me dañó el teléfono y no recibía llamadas, el banco tuvo problemas y por eso no se hizo la transferencia y varias cosas más. Además, era la típica persona que no te mira a los ojos, entonces no puedes creerle nada, nada de nada. Precisamente por lo mencionado más arriba, sobre mi madurez y mi blindaje, este no logró robarme el corazón. A pesar de que nunca lo desmentí frente a frente, siempre le pedí que argumentara todas sus palabras, le hacía muchas preguntas para que se diera cuenta de que no le creía sus mentiras. Pero no había nada que hacer, cuando alguien miente por deporte, jamás cambiará.
Me pusieron la vida de cuadritos, me hicieron llorar y rabiar, pero aquí sigo, poniendo el pecho a la vida y esperando para ver qué personalidad tendrá el próximo jefe que traerá el destino.