Mucho se habla del transporte público en grandes ciudades, que el Transantiago aquí o allá, sin embargo, poco se hace por mostrar otra realidad que aqueja a miles de jóvenes: los viajes interurbanos. Hay un gran porcentaje de estudiantes que por temas monetarios no puede vivir en la ciudad donde se encuentra su casa de estudios y por ende debe hacer viajes de hasta 2 horas para poder llegar a destino.
¿Cómo es la realidad de éstos jóvenes? Bastante difícil, porque en este tipo de transporte suelen hacerse muchas discriminaciones a quienes pagan tarifa escolar. En ocasiones esta realidad se presta para malos ratos, humillaciones y faltas de respeto.
Carolina Rojas, una joven no vidente, se desplaza habitualmente entre su comuna de residencia (Arauco) y la Universidad San Sebastián, ubicada en Concepción. En uno de estos viajes le ocurrió una pésima experiencia: "una vez en el recorrido conce-arauco, el chofer me dejó en una avenida que no era la mía, ya que mi casa quedaba más arriba. Su terminal queda de camino, pero quisieron dar la vuelta antes, por comodidad. Yo me negué a bajar porque sabía que todavía faltaba un recorrido, entonces el auxiliar me tomó del brazo y me empujó para abajo con mi bastón y mi bolso. Llamé a Carabineros y fueron sancionados, pero fue súper penca la situación", indica la estudiante de Trabajo Social.
Valeria Jara, estudiante de medicina en Temuco y quien viajaba a su casa ubicada en la localidad de Freire también nos señala una experiencia similar. "era clásico que siempre me cobraban pasaje adulto y más encima me echaban las chuchás por querer pagar estudiante. También cuando volvía a mi casa los viernes me hacían mil atados, porque la entrada al fundo donde vivo está antes de una curva así que nunca querían llevarme. Cuando me hacía la loca y me subía a la mala me retaban o me iban a dejar varios kilómetros más adelante y tenía que volverme caminando por la orilla de la carretera, y ojo, en una carretera doble vía, donde ningún auto o camión pasa a menos de 100km/hr".
Otros jóvenes que realizan recorridos más cortos, también señalan los mismos problemas, argumentando que incluso los obligan a bajarse de los buses al observar que pagarán con pase. Otro dramas es intentar pagar con un billete de mil pesos o con puras monedas de 10, donde muchas veces los choferes le tiran las monedas a los estudiantes para manifestar su descontento.
En la región del Biobío la mayoría de las denuncias se concentran en la ruta 160 la que conecta Arauco, Lota, Coronel, San Pedro de la Paz y Concepción. Minibuses pequeños y muchas veces en mal estado, con exceso de pasajeros (en muchos de los viajes que realicé en el trayecto Arauco-Conce, iba estampada como un pegaloco en el parabrisas), y además los cobradores te piden la cantidad de dinero que se les antoja y olvídate de recibir buen trato.
Sin embargo también es bueno contar algunos casos positivos, uno de ellos es el de Pamela, que cuenta que una vez realizó el recorrido Mulchén-Los Ángeles, donde contaba que el chófer hasta se dedicaba a esperar a los jóvenes para que todos subieran al bus. Una realidad que parece de otra galaxia, comparada con los relatos anteriores.
Imagen CC Chertsey