Cuando empecé mi carrera de periodismo, a ejercerla formalmente, nunca pensé las vueltas que daría en el mundo laboral. Es decir, de joven (o jovencita digamos para no sentirme tan vieja) siempre tomé trabajos un poco "diferentes". Atendí el teléfono en un restaurant de pizzas a domicilio, cosa que luego me hacía atender el teléfono en mi casa diciendo "Pronto Pizza, buenas tardes, habla Clementina", cuando llamaba, digamos, mi abuelo; pegué afiches de conciertos; cargué cajas en librerías; hice encuestas a puerta de metro... Es decir, muchas cosas, sin ningún hilo en común, más que el dinerillo.
Pero ya graduada, pues quería escribir. Para eso había estudiado años, había gastado dinero y quería recuperarlo. Por razones que no puedo definir realmente, empezaron a salir muchos "trabajillos free lance". Escribir una reseña por aquí, una nota por allá. El futuro se pintaba bonito, pero económicamente, no tan promisorio. Dos o tres notas al mes no daban para pagar ni las cervezas de los viernes.
Fue entonces cuando me contactó una compañía con la que había trabajado en el boom de los portales "punto com". Aquellos que contrataron a staffs completos de personas para hacer páginas de "contenidos diversos" como chistes y recetas de cocina. Cuando nos dieron nuestra carta de "gracias pero no vuelvas el lunes", a muchos nos dijeron "si surge algo, lo llamaremos". Pero en realidad no pensaba que esa llamada llegaría. Cuando llegó tampoco me imaginé para qué.
La "compañía punto com" había mutado hacia una compañía de contenidos telefónicos, esos que le mandan mensajes de texto a las personas inscritas en el servicio. Como me pagaban por mensajes, la idea era tomar la cantidad de contenido más grande que pudiera. Y claro, si bien había canales de noticias, había otros tópicos no muy "noticiosos" que tuve que redactar.
Pues me adjudicaron todos los canales de sexo y astrología. No juntos, pero realmente sorprendentes. Si describir una posición sexual en 140 caracteres era una proeza, imagínense cuando tenía que escribir un cuento corto, de tres mensajes, con sexo, amor y pasión. Llegó un momento que escribir de fluidos corporales me daba lo mismo que comer un helado de marraqueta sin sal. Es decir, ninguna emoción. Escribir, y resumir, de sexo mató mi inexistente vida sexual del momento.
Y los horóscopos, ah, los horóscopos. Nunca me sentí más karmáticamente negativa que esos días. El tener que mentirle descaradamente a una persona sobre su suerte en la fortuna y el amor, día a día, me hacía sentir que en cualquier momento un rayo caería en mi cabeza. Lo peor es que yo fui por años usuaria frecuente de horóscopos, de ver qué relación tenía la luna con lo que me ponía, si el "hombre de mi vida" era compatible con mi signo. Fuego, tierra, agua y aire. Los cuatro elementos del zodiaco algún día se cobrarían su venganza.
Gracias a Dios no he recibido ninguna mala retribución del cosmos, pero no leo horóscopos. Estoy convencida que detrás de ellos hay un periodista necesitado de pega dictándome el futuro. Y sobre los mensajes sexuales, digamos que si bien mi libido mejoró con los años, no soy, ni seré, la persona que se exprese mejor, "eróticamente" hablando.