Se nos vino fin de año encima. Así, sin más, estamos terminando el penúltimo mes del año y nos encontramos en plena época de decisiones. ¿Sigo o no sigo estudiando esta carrera? ¿Doy o no doy el examen de ese ramo? Pero la pregunta más trascendental, creo, es ¿qué quiero estudiar?
Porque de un minuto a otro te diste cuenta que el colegio llegaba a su fin, y después de catorce años de escolaridad debes salir de esa burbuja a encontrarte con un mar de gente con vidas y realidades diferentes y decidir con apenas 17 o 18 años qué es lo que quieres hacer el resto de tu vida.
Recuerdo que cuando estaba en cuarto medio y dije que quería estudiar periodismo y comunicaciones me gané varios enemigos (y eso que deseché primero la opción de estudiar danza). Mi profe jefe, los otros profes del colegio, amigos y familiares intentaron disuadirme de alguna manera diciéndome que no era una carrera rentable, que me iba a morir de hambre, que no perdiera mi tiempo.
Las opciones tenían que ser ingeniería, derecho o medicina porque, según ellos, mi cabeza daba para más. Pero a esa edad (en mi caso a los 17) ¿tenía que tener tan clara la película como para darme cuenta de todos esos detalles? ¿Dónde quedaba lo que a mí me gustaba? Mal que mal es una decisión que te quedará de por vida.
Es muy loco pensar que en esos pocos meses se juegan tantas cosas. Terminar el colegio, las despedidas, dar la PSU, elegir qué carrera estudiar, dónde estudiar, postular y, en la mayoría de los casos, firmar el pagaré del crédito que te hipotecará gran parte del futuro.
Y para todo esto ¿estamos preparados a los 18? La respuesta es que “potencialmente” sí. La psicóloga de la Universidad Diego Portales, Carolina López, señala que el desarrollo psicológico de niño a adulto podría estar completo a esa edad, “en el fondo el aparato psíquico podría estar lo suficientemente desarrollado para tomar decisiones importantes para el futuro, por ejemplo”.
El punto es que el desarrollo del aparato psíquico no sólo depende de nosotros, sino que del entorno, principalmente de la familia ya que es en la crianza donde se fomenta la autonomía y la autoconfianza y se facilitan herramientas para que podamos desarrollar esa madurez.
Lo importante aquí, en palabras de Carolina López, es que en este proceso “el niño que va creciendo vaya tomando sus propias decisiones y que las puedan validar. De esa forma van descubriendo cuáles son sus propios deseos y gustos”.
Pero ¡cuidado! Esto no significa que un joven que sepa más o menos lo que quiere para su futuro sea lo suficientemente maduro, ya que si no se le ha dado la autonomía y confianza necesaria es difícil que se ponga en acción para lograr dichas metas por miedo al fracaso y es muy probable que prefiera que otro tome las decisiones importantes por él.
En definitiva, para la psicóloga “la madurez depende mucho del entorno y de las vivencias que haya tenido el joven en beneficio de que llegado a ese momento sea capaz de tomar las riendas de su vida”.
Como ven, este es un proceso en el que potencialmente estaríamos preparado para tomar decisiones tan trascendentales. Pero si no te sientes listo, ten calma y piénsalo bien. ¡Tómate tu tiempo! Háblalo con tus viejos o amigos, pide ayuda y piensa en ti, en lo que te gusta, en lo que desearías hacer el resto de tu vida.
También tienes las opción de probar algunas alternativas porque ¿cómo sabemos si algo nos gusta si no lo intentamos? Pero si no te sientes preparado, piénsala bien, con calma. ¡Nadie dijo que a los 18 teníamos que tener la película absolutamente clara!
Y tú ¿crees que al salir de cuarto medio estamos preparados para entrar a la U?