Desde que tengo uso de razón, la aspiración máxima en casa era que mis hermanos y yo tuviéramos un título universitario. Nunca se cuestionó algo al respecto, ni siquiera la cantidad de plata que se debía “invertir” pensando en que somos una familia de clase media, que debe pagar la casa mes a mes y con un sueldo que alcanza justo para vivir.
Es por eso que tuve que postular a un crédito que me permitió sacar la carrera pero que actualmente me tiene con una deuda de varios millones de pesos que debo pagar durante 10 años. Peor aún, se me ocurrió venir a vivir a otro país donde la educación es gratis, por lo que mes a mes debo juntar plata para pagar lo que estudié en Chile, no lo que estudio ahora en Argentina.
Suena ilógico y me da rabia. Me molesta saber que la educación pública es posible en otros países menos en Chile y, a pesar de todos los pro y los contra que pueda tener, darle la posibilidad de estudiar a quien quiera es un derecho primordial que no debería ni siquiera ser cuestionado.
Pero así estamos, Chile es uno de los países más caros para estudiar. Corta. No existe ni siquiera una universidad o instituto gratuito, y ni hablar de las becas de ayuda económica, donde hay que demostrar que casi somos indigentes para recibir algo de ayuda.
Buscando información sobre el porqué de esta realidad, hay un dato que me quedó dando vuelta, y es que las universidades e instituciones de educación superior se dieron cuenta de que en Chile tener un título es casi una necesidad social irreemplazable. Es como lo que me decía mi familia: “para ser alguien en este país hay que tener un título”, lo que a la larga te permite encontrar un mejor trabajo y/o ganas un mejor sueldo; pero es ese mismo pensamiento el que ha llevado a que la educación se convierta en un negocio, es decir, “la disposición a pagar por educarnos es muy alta”.
Desde la dictadura de Pinochet que se perdió la gratuidad en la educación en nuestro país, y son miles de familias las que deben endeudarse con los bancos para poder cumplir el sueño de entregarle una educación integral a sus hijos. Pero ¿qué entendemos por educación integral si tenemos colegios que entregan una pésima base, lo que deriva en entrar en una pésima universidad? (porque resulta que ahora está de moda abrir una U y que luego se den cuenta que no sirve y la cierren).
Otro punto en cuestión es la desigualdad económica que existe en Chile. Está claro que Australia o Estados Unidos tienen aranceles muchísimos más caros que los nuestros, pero también tienen mejores sueldos que alcanzan para vivir y pagar sus estudios. Las familias chilenas de clase media y baja deben invertir alrededor del 40% de sus sueldos en educación superior (eso viéndolo desde un punto de vista muy optimista).
Y finalmente, el Estado chileno es uno de los que menos invierte en educación superior, por lo que el peso recae principalmente en la solvencia económica familiar. Es por eso que en estos últimos años es común ver a muchos jóvenes que cruzan la cordillera para estudiar, ya que sale más barato pagar un arriendo y vivir en Argentina estudiando gratis, que quedarse en Chile para endeudarse casi de por vida.
¿Qué nos queda entonces? Al menos a mí me queda seguir pagando la universidad durante 9 años más, y sólo espero que mis hijos tengan la posibilidad de estudiar sin tener que embargar su vida para hacerlo. Si la educación pública es una realidad en muchos países ¿por qué en Chile no se puede?
Imagen con Creative Commons vía El Ciudadano