Hace algún tiempo nuestra sociedad ha llevado a cabo un debate que considero muy interesante, un debate respecto a cómo el Estado debe regular (o prohibir) la práctica del aborto.
Lo interesante de esta discusión y que la diferencia de las demás es que ha sido un debate llevado en gran parte por las juventudes (tanto conservadores como de corrientes más progresistas), creo por lo tanto, realizar un aporte desde esta columna, una posición que podrá ser rechazada o compartida por ustedes. Independiente de la posición, mantener este debate es positivo y ayuda a que como sector de la sociedad sigamos aumentando nuestra participación en los temas relevantes para el país.
Lamentablemente este debate no se ha llevado a cabo de una manera satisfactoria, la discusión respecto al aborto se ha transformado en una discusión sobre la vida, dejando así a los conservadores (anti aborto) como los pro- vida, y a los que están a favor del aborto como asesinos. La moralidad que reviste esta discusión impide dar cuenta de otras consideraciones relevantes a tener en cuenta, los datos respecto a cuántas mujeres -generalmente adolescentes- se hacen abortos clandestinos sin condiciones mínimas de salubridad y poniendo en peligro su vida y la del feto. Por otro lado, la ritualización del aborto ha alejado al proceso del área de la salud y seguridad y lo ha acercado a la iglesia o templos de credo.
Pero los problemas no sólo se quedan en la forma en que esta discusión ha sido llevada a cabo, la transversalidad de las posiciones dificulta el acuerdo, en el lado conservador podemos notar que existen algunos que se niegan a cualquier posibilidad de aborto, otros que lo permiten en caso de violación, algunos sólo lo conceden cuando este sea terapéutico y hay algunos que incluso se niegan a repartir la píldora excusándose en la -mal- usada “objeción de conciencia”.
La vereda de enfrente el panorama no mejora, vemos que hay quienes sólo defienden el aborto terapéutico, otros avalan un aborto libre de restricciones asegurado por el Estado y otros que sólo defienden una reglamentación preventiva como la entrega de condones, píldoras y educación sexual en los colegios.
El aborto entendido como ritual ha ayudado a simplificar la discusión, si el tema se trata de matar o no matar a un ser humano, la cuestión se reduce a colocarse a favor de la vida o a favor de la voluntad de la madre. Yo en lo personal creo que debemos alejarnos de esa forma de llevar adelante la discusión, debemos tomar en cuenta las condiciones sociales respecto a la prevención y a la salud que rodean la práctica del aborto, probado está que dicha práctica no disminuye si esta se prohíbe, todo lo contrario, además impide que se lleve a cabo un recuento oficial de las prácticas anuales y se pierde el control respecto a cómo estas deben llevarse a cabo, los conservadores se han defendido reclamando que de lo que se trata esta discusión es respecto a la vida del ser humano, de manera que si el Estado se inclinara por reglamentar, quedaríamos en una posición equivalente al Estado Alemán Nazi de 1940.
Creo que la cuestión no puede centrarse en una condición moral, los efectos morales que pueden deducirse del aborto impiden una identificación correcta de lo que para el Derecho es una “persona” dificultando así la una regulación clara. El Derecho entiende que una persona es un “centro capaz de contraer derechos y obligaciones”. El feto por tanto, queda al margen de esta definición, de manera que el Estado no está impedido para regular a este respecto, recordemos que lo que se busca proteger es la vida de la persona.
Respecto a este argumento, el conservadurismo ha optado por colocarse en una posición “positiva” respecto a la imputación de la acción, es decir, ahora es la acción virtuosa del médico lo que se busca proteger, esgrimen que si el Estado regulara el aborto y sobre todo si lo asegurara para aquellos que no puedan pagarlo estarían obligando al médico -incluso contra sus propias creencias- a asesinar.
Sobre esto es útil volver a lo que ya mencioné más arriba, el Estado no puede procurar dirigir la actitud “virtuosa” de los individuos, no puede esperar ni exigir de ellos actitudes morales que correspondan a un modelo definido, debe procurar establecer ciertos mínimos en la actividad y sólo en los casos más graves al respecto se sancionan punitivamente (Derecho Penal).
Finalmente, creo que como sociedad debemos trabajar por desapegar el aborto de lo que hoy resulta ser, un ritual. Debemos entenderlo como los otros países que regulan la práctica, como un proceso que debe responder únicamente en el caso en que la madre (y/o el padre, esto es discutible) lo soliciten, asegurarlo por medio del Estado para aquellos que no puedan pagarlo, lograr registros de cómo y cuánto se lleva a cabo esta actividad anualmente y trabajar por medio de políticas públicas que aseguren una estructura preventiva eficiente.
Escrita por Mauricio Jullian, Estudiante de derecho Imagen de Beatriz Uribe para Universitarios.cl