Este domingo 30 de junio se llevaron a cabo las elecciones primarias que definieron los candidatos presidenciales de la nueva Concertación y de la Alianza, en una jornada que se caracterizó por su baja participación. De un total cercano a los 13 millones de votantes, casi 3 millones efectivamente sufragaron, y los resultados definieron que Michelle Bachelet y Pablo Longueira son los candidatos del ‘establishment político’.
Como es costumbre luego de cada elección, los canales de TV realizaron una serie de análisis con expertos, cientistas políticos, sociólogos y parlamentarios que hacían pensar que lo que se vivió con las primarias fue una ‘fiesta de la democracia’, y que básicamente, debíamos estar satisfechos de nuestra cultura cívica.
Pero mirando el escenario con más frialdad, nos podemos dar cuenta que lo que ocurrió este domingo 30 de junio es el síntoma de que acá algo no anda bien. Son señales de disconformidad con nuestro sistema político, económico y, en definitiva, con nuestra democracia y la manera acerca de cómo construimos sociedad.
¿En qué me baso para señalar lo anterior? Quienes votaron en las primarias (alrededor de 3 millones de personas) representan a cerca de un 23 % del total del padrón electoral. Es decir, los resultados reflejan el pensamiento de una minoría.
Por el contrario, los resultados arrojan que tres de cada cuatro chilenos con posibilidades de votar no quiere, o no le interesa votar por los candidatos de mayor renombre. Una mayoría de chilenos quiere algo muy distinto a lo que ofrecen las agrupaciones políticas tradicionales. Y las razones son muchas.
Hace rato que no basta con argumentar que la juventud está ‘ni ahí’. Con todos estos años de movilizaciones, a la juventud chilena, o a parte importante de ella, sí le interesan los temas contingentes, y que inclusive, son capaces de poner temas en el debate público y en la agenda de los políticos, obligando a los candidatos a referirse siguiera a dichas temáticas.
Las movilizaciones de los estudiantes han contagiado a otros actores sociales que año atrás no se manifestaban. Las expresiones de cambios en la Constitución con el llamado a crear una Asamblea Constituyente, el rechazo a las AFP’s y a las Isapres, los movimientos ambientalistas como el de Hidroaysén son una muestra inequívoca de que el descontento va tomando fuerza.
Todo este rechazo manifestado en las calles, se ve reflejado en la apatía y el desinterés por participar. Recordemos que desde el año pasado, en Chile las elecciones son voluntarias, y esa decisión no hizo más que reflejar abiertamente el ninguneo de la gente hacia los candidatos tradicionales.
Ahora bien, pasando a analizar lo ocurrido, y en el caso de la Nueva Mayoría, no hubo sorpresas. Ganó Michelle Bachelet por un amplio margen, con un 73,05 %, reflejando de esta manera que su carisma y su imagen afable, continúan seduciendo a la mayoría de quienes votan por ese sector.
A pesar del Transantiago, de la revolución pingüina, de las irregularidades en la entrega de subvenciones escolares por parte del Ministerio de Educación, y del escándalo de la Empresa de Ferrocarriles del Estado, Michelle Bachelet no tiene un contrincante que le haga el peso dentro de su sector.
El segundo lugar de la Nueva Mayoría lo obtuvo el sorprendente Andrés Velasco con un 13 %, seguido del democratacristiano Claudio Orrego con el 8,86 %. Para cerrar, el radical José Antonio Gómez sólo obtuvo el 5,06 % de los votos.
Por su parte, en la Alianza la elección se inclinó a favor del gremialista Pablo Longueira (51,37 %), dando un duro golpe a Andrés Allamand (48,62 %) y a Renovación Nacional, quienes llevaban varios meses de ventaja en la campaña electoral.
En definitiva, esta elección tuvo una importante difusión a través de los medios de comunicación y campañas publicitarias realizadas desde el mismo Gobierno. Los candidatos de siempre han tenido más cobertura que cualquier otro, pero al parecer tienen poco eco en la mayoría de la población, que prefirió quedarse en casa antes de ir a votar. Al parecer estos candidatos provocan mucho ruido, pero pocas nueces.