Agobio, cansancio y ganas de dejar todo tirado. Pero no se puede. Lo que sí está en tus manos es cambiar ese estrés negativo en un energía positiva que te ayude a estar bien y a rendir laboralmente.
Suena paradójico, pero el estrés puede ser transformado en una ventaja. “A diferencia de lo que muchos creen, el estrés no tiene que ser una fuerza que agota el cuerpo y el alma”, dice un informe al respecto. Y tiene, a mi juicio, toda la razón.
Por ejemplo, un modesto cambio de las actitudes y expectativas puede fomentar un estrés constructivo. Tu sistema de creencias, la óptica con la que elijas ver y enfrentar el estrés alterará el desenlace… a tu favor.
Por ejemplo, hay empresas en el extranjero que implementan programas de entrenamiento anti estrés. Muestran a sus empleados vídeos de atletas, líderes y profesionales que consiguen todo lo que se proponen, sobre todo cuando deben enfrentan desafíos abrumadores. Suena simple, pero puede ser efectivo para algunas personas. Peor es nada.
Ten en cuenta que en una respuesta saludable al estrés el corazón bombea más rápido y el cerebro se pone en un alto nivel de alerta. Las hormonas fluyen al torrente sanguíneo y cierran temporalmente los sistemas inmune y digestivo para darte más recursos ante el desafío que enfrentas.
El estrés, no obstante, es perjudicial cuando estos indicadores se mantienen elevados de forma crónica: sube la presión sanguínea, se daña el sistema cardiovascular, se compromete la inmunidad, se sienten dolores, se agudizan problemas digestivos y llega el desagradable insomnio.
Algunos tips que puedes aplicar en tu “escritorio”: respira profundamente, porque hacerlo tres veces profundamente relaja tu mente, te desconecta y mejora tu ánimo; re decora tu espacio laboral con velas, plantas y fotos que te den alegría, y reduce las interrupciones que te pueden provocar una sensación de caos, organizándote y jerarquizando tu agenda.
Simplemente ¡sé feliz! cómo y dónde sea. Di chao a las malas vibras.