Mientras en Chile nos debatimos entre el sueldo mínimo y el sueldo ético (a estas alturas, más bien digno) y la desigualdad es cada día más brutalmente norotia, en Suiza ya están en el otro extremo.
Hace un par de meses se aprobó en ese país un referéndum para limitar los salarios excesivos con una mayoría del 67, 9%. Sólo 762.000 votantes dijeron "no", mientras que más de 1,7 millones de ciudadanos apoyaron la medida.
La iniciativa, propuesta por el senador Thomas Minder, pretende, principalmente, poner límite a los salarios que cobran los directivos de las grandes compañías a través del control y el aval de los accionistas. Aplicándose a todas las sociedades anónimas helvéticas que coticen en la bolsa suiza o en el extranjero. Un directivo no podrá ganar más de doce veces el salario de su empleado peor pagado.
Además, cuando los directivos abandonen el cargo no podrán obtener ninguna remuneración anticipada, ni estar vinculados por contrato al consejo o a una sociedad del grupo. Así mismo, los estatutos de las empresas deberán regular todo lo relacionado con bonos y participaciones como créditos y préstamos que se puedan entregar a la dirección.
Las sanciones para quienes no cumplan con este reglamento, serán un máximo de tres años de privación de libertad y una multa equivalente a la remuneración de seis años.
Sin embargo, Suiza no es el único país que ha adoptado esta medida o la ha considerado. En Estados Unidos, España y Reino Unido, organizaciones sindicales han propuesto que se determine un salario máximo. En el caso de EEUU, se sugirió que alguien no pueda tener una renta que supere en 25 veces al sueldo mínimo. No obstante, ninguna de estas propuestas ha logrado concretarse legalmente a excepción de Suiza.
La polémica es mundial, tanto a nivel empresarial como popular. De hecho, el Presidente de Nestlé, Peter Brabeck, amenazó con llevarse fuera de Suiza la sede del mayor consorcio alimentario del mundo en caso de que el país estableciera este bullado tope. “Tendremos que plantearnos de forma clara la pregunta de si Suiza todavía es la sede correcta para nosotros”, declaró Brabeck a un diario europeo.
Mientras que los defensores de la iniciativa aseguran que ésta “solo exige un techo salarial máximo, que no afecta al éxito de una empresa, ni encarece su producción, ni tampoco dificulta su gestión”.
Aunque aún es muy temprano para sacar conclusiones. Con esto solo comprobamos que estamos a años luz de una realidad similar. No obstante, esto nos hace preguntarnos ¿Esta medida, debería aplicarse exclusivamente al sector privado o también al público? y ¿Será un método realmente efectivo contra la desigualdad?.