Fracasé en mi primer intento de realizar mi práctica. Un revés rotundo. Así, tal cual. Si tuviera que resumirla en una palabra, esta sería "miserable". Estudio Periodismo en una universidad estatal. No me gusta la carrera, tiene cosas buenas y malas, pero yo lamentablemente me quedo con las malas.
Sobre mi práctica
En junio del año pasado, llegó a mi universidad una oferta de una conocida empresa de pastas y otros productos parecidos. No, no tenía que hacer fideos o alguna otra elaboración comestible, que, por lo demás, era lo que todos pensaban cuando les contaba dónde estaba realizando mi práctica. Mi trabajo era en el departamento de Comunicaciones Internas. Por si no lo sabían, Periodismo no es solo pararse en la esquina del canal para informar si está lloviendo o esperar a que se enferme Lucho Jara para reemplazarlo como animador.
El trabajo era bueno, el horario era adecuado, el sector era ideal y tenía alguna pequeña posibilidad de quedar trabajando —el sueño del pibe—, además, sentía una pequeña atracción hacia mi jefa, a la que conocí al momento de la entrevista.
Primer fracaso
El día número uno comenzaron los problemas: entre mis años de fiesta y desinhibida vida universitaria, olvidé completamente lo que eran las formalidades. Me lo había recalcado mi jefa en la entrevista: "VEN FORMAL", lo que para mí era una chaqueta de cuero, camiseta del grupo La Renga, unos pantalones arrugados y unas zapatillas Converse, sumado eso a mi vocabulario repleto de garabatos y más de alguna ordinariez, bastante impropio para una oficina . Obviamente me retaron y, tal cual Nostradamus, comenzaron mis sospechas de que esto no iba a terminar bien.
Fuera de mi problema con la vestimenta, lo importante era ir a contribuir al mundo con mi trabajo. ¿Qué hice en mi primer día? Nada. Solo una nota de tres párrafos que demoré solo cinco minutos. Me dije "qué bueno, no será una práctica tan agobiante"... tan alejado de la realidad no estaba.
Comenzaba mi segundo día y yo debía buscar ropa formal. Una camisa dentro del pantalón sobrio y mis zapatillas más negras, porque no tenía dinero para comprar zapatos. Cuánto detesto la ropa formal, pero debía cumplir. "Solo son tres meses", me dije. Finalmente hice solo uno, pero llegaré a eso.
Cómo pasaron mis días en la rutina de la práctica
¿Qué hice el segundo día? Nada. Pero nada. Nada, nada, lo que es nada. Así, tal cual. Estuve sentado en mi silla mirando la pantalla de mi computador, ya que no podía ingresar a Facebook o YouTube porque el Internet se ponía muy lento en la oficina y perjudicaba a mis compañeros. Como complemento a esto, la señal del celular era escasa, por no decir nula, y revisarlo era una opción descartada.
A las 10 de la mañana ya me había aburrido de mirar noticias, y tenía que aguantar hasta las 17:30. Lo que sí hice fue tomarme unos cafés, los que estaban bastante sabrosos ya que son de una marca conocida. También llegó una profesora de gimnasia, pero la clase solo duraba diez minutos.
¿Qué hice el tercer día? Nada, solo tomarme unos cafés. No hubo clase de gimnasia, así que mi día fue más aburrido. ¿Qué hice al día siguiente? Otra vez nada. Solo los cafés, que no sabían tan ricos como las otras veces.
Adiós a la práctica
De la misma manera terminó mi semana y así fueron las siguientes hasta llegar a la última. Ya a la segunda semana me cuestioné si elegí bien la práctica. Para colmo, la máquina de café dejó de funcionar, lo que me dio mucha pena, ya que el camino hacia ese sagrado aparato era lo único divertido del día. Para destacar, me dio una rinofaringitis debido a lo exagerado de la calefacción contra lo helado que estaba afuera en la hora de almuerzo.
Cumplido mi primer y único mes, y con el sueldo en la mano, decidí renunciar, pero no sabía cómo. Justo ese fin de semana era mi cumpleaños, así que me emborraché, llamé a mi jefa, le dije que su práctica era aburrida —usé palabras más fuertes— y renuncié. Era libre, pero fracasé, debía hacer otra y perdí un mes de mi vida que no voy a recuperar. Además, no pude tomar más de ese delicioso café. Fracaso total.