Cumplir 19 años y aún tener cara de niña que acaba de pasar a primero medio puede resultar bastante engorroso si buscas un trabajo de verano. Solo la primera semana de noviembre entregué más de 40 currículums en el mall más cercano a mi casa, con una pequeña esperanza de que alguien me llamara; al mismo tiempo, postulaba por Internet a todas las tiendas del retail que conocía por si quedaba como apoyo de verano. Como era de esperar, nunca nadie me llamó.
Los primeros días de diciembre me enteré de que la Universidad Católica (mi casa de estudios) buscaba a personas que trabajaran en el proceso de matrículas 2017 durante enero. Como vivo a unas cuantas cuadras de dicha institución, fui a postular al día siguiente, pero parece que el destino no quería verme trabajar: "Si algún alumno que ya ha trabajado con nosotros no quiere volver esta vez, podría abrirse un cupo para nuevos estudiantes", me dijeron cuando fui a preguntar sobre el trabajo. Me dejaron peor de lo que estaba con los currículums. Pero, de todas formas, hice la postulación.
Tuve que hacer una encuesta para ver si quedaba entre los seleccionados... y las notas eran prácticamente el colador en esa etapa. Me quería morir, no porque fuera una alumna floja que de repente va a clases y con suerte pasa sus ramos, si no porque mis calificaciones no eran tan buenas como para quedar. Ahí solo acepté mi futuro de estudiante desempleada y sin plata para salir en el verano.
Mi primer trabajo remunerado
El 3 de enero me llamaron, ¡no lo podía creer!, era el primer trabajo remunerado en el que yo no era mi propia jefa.Tuve que ir a una capacitación esa misma semana y ahí supe en qué parte del proceso trabajaría. Sería el primer paso en la recepción de documentos de College (o sea, mi facultad). Y lo mejor de todo es que tendría un "uniforme", o lo que es para la universidad: una polera talla XL que se supone que es M. Fue difícil tenerla puesta con 37° grados en el exterior, pero todo valía la pena.
Los días de matrículas eran tres (jueves, viernes y sábado), en los que me levantaba a las 6:30 de la mañana para ir a trabajar (tomando en cuenta que era verano y que durante el período de clases con suerte me levantaba a las 10:00 a. m.). El primer día fue el peor porque solo pude dormir dos horas y media y no, no fue con querer, fue todo culpa del calor.
Cómo fue trabajar en las matrículas PUC
En fin, conocí a mis ocho compañeros de carreras diferentes a College —porque College sí es una carrera— y nos pusimos a trabajar. Fueron los tres días más estresantes que he tenido en mi vida porque trabajar atendiendo a personas a cada rato, durante ocho horas seguidas, te cansa. Ya al par de horas tenía la boca seca, y no ayudaba tener los parlantes del Centro de Alumnos a todo volumen justo a tu lado.
Fue un primer día terrible. Teníamos algunos errores en los papeles y ahí todos, después de las 18:00 horas, estábamos llamando a las personas para que fueran al día siguiente. Algunos no tenían problema, otros nos querían casi matar por las equivocaciones y/o porque perderían sus pasajes a París (sucedió que una familia iba a perder sus pasajes por una equivocación en unas firmas).
El segundo día, aunque fue el más concurrido de los tres —450 eran los llamados a matricularse y solo ese día fueron cerca de 200— ya sabíamos cómo era todo y no tuvimos casi ningún error en el papeleo.
El último día solo era media jornada, por lo que sorteamos qué personas irían (eran $10 000 más para el sueldo) y quedé de trabajar esa mañana. Amé a los veinte y tantos que aparecieron y odié a los más de cincuenta que faltaron porque no había casi nada que hacer, pero, de todas formas, me pagaban por esas horas sin hacer nada. Terminamos ese día todos muertos por el cansancio, y llevamos como único recuerdo "oficial" nuestras queridas poleras.
Más que un trabajo, una experiencia de vida
Después de esos tres días en los que atendí a personas de todos los lugares de Santiago y de región, pude confirmar que en la PUC se puede encontrar de todo, y que son muy pocos los antipáticos o los que se creen mejor que uno por su nivel socioeconómico. Además, fue el momento perfecto para conocer a los novatos y advertirles de toda la vida universitaria que conlleva entrar a College.
Fue una experiencia única que sí o sí repetiría si me dieran la oportunidad. Es perfecto para cualquiera que esté buscando juntar dinero para las vacaciones, o los que simplemente están aburridos en sus casas, y, aunque hubo personas difíciles, siempre están lo que te sacan una que otra sonrisa y los que, sin saberlo, te originan unas cuantas carcajadas.