Les mentiría si te dijera que nunca he usado Tinder. De hecho, te mentiría si te dijera que nunca he salido con alguien de Tinder, porque la verdad, ¡es que he salido con varios chicos que he conocido por ahí! No es que sea una golosa, claro que no. Lo que pasa es que me gusta mucho conocer gente nueva, sobre todo si son chicos guapos. Y de todo el tiempo que llevaba ocupando la aplicación, nunca me había sentido decepcionada, hasta hace poco.
Verás, siempre había tenido mucha suerte, y todos los chicos con los que me juntaba resultaban ser igual de lindos que en sus fotos. Por lo mismo, y con el tiempo, me volví cada vez más confiada, y dejé de hacer tantas preguntas y pedir tantas fotos. ¡Grave error! ¿Sabes qué es peor que una persona que no se parece a sus fotos? ¡Una que es igual, pero en versión miniatura!
Y es que no me pueden gustar los
hombres que son más bajitos que yo,
¡si yo ya soy muy bajita! Antes de juntarme
con cada chico, solía preguntarle cuánto media de estatura. Pero tal como te mencioné,
tenía tanta buena suerte que con el tiempo dejé de hacerlo. Y hace unas
semanas, cuando empecé a hablar con Raúl (así le diremos, pero ya sabes que no
es su verdadero nombre), el tema de la estatura ni cruzó mi mente.
Estaba muy emocionada, porque era
completamente mi tipo. Estaba lleno de tatuajes y usaba pitillos negros, tal
como me gustan. Además era muy tierno y simpático, ¿quién no se derretiría por
un hombre así? Chateamos un tiempo hasta que finalmente decidimos juntarnos. No
sólo estaba emocionadísima, sino que también muy nerviosa. Quería que todo
saliese bien, que tuviésemos química y rogaba, de verdad rogaba porque él no
fuese la excepción a mi racha de buena suerte con las citas virtuales.
Entonces llegó el día. Voy
saliendo del metro y empiezo a caminar a nuestro punto de encuentro. Lo veo a
la distancia y respiro: ¡es igual a su foto! Pero entonces me acerco cada vez más y
él, al reconocerme, se para. Ahí es cuando mi corazón se detuvo. En el momento
en que ese guapo chico se puso de pie, lo supe:
era más bajo que yo.
Oh, destino cruel. Lo saludé con
la mejor de mis sonrisas, para que no se notara lo incómoda que me sentía. A él
parecía no importarle, pero quizás fingía tan bien como yo. No te quiero
aburrir con todos los detalles de la cita, porque en general estuvo bien.
Conversamos bastante, nos reímos mucho y comimos rico. Tenía algo de
encantador, y hasta se me llegó a olvidar el detalle de la estatura mientras
estuvimos sentados. Pero entonces, al final de la noche, nos tuvimos que poner
de pie otra vez, y ahí estaba:
este guapo chico en versión miniatura.
Igual nos dimos un piquito al
despedirnos, pero me sentí
como si estuviera besando a mi hermano menor. Terrible, ¿no? Después de aquella junta nunca más le hablé, ni él a mí. Quizás ambos entendimos que nuestras estaturas no eran compatibles. Creo que la
próxima vez, lo primero que le preguntaré a una potencial cita de Tinder, ¡es
cuánto mide!
Y tú, ¿tienes alguna historia
divertida usando esta aplicación?