Que las redes sociales nos han servido para acercarnos entre nosotros es cierto, pero eso también es discutible. Porque claro, efectivamente la llegada de Facebook a nuestras vidas nos puso nuevamente en contacto con amigos de la infancia y nos mantiene permanentemente informados de lo que hacen nuestras amistades y conocidos, aunque no los veamos ni hablemos con ellos. El éxito de esta red social ha sido tal que otros quisieron imitar de alguna manera este concepto del "contacto indirecto" llevándolo a diferentes ámbitos de la vida, como el trabajo (LinkedIn) o las relaciones amorosas. Así fue como nació Tinder.
Esta aplicación está dirigida a las personas solteras que buscan conocer gente y que, por temas de falta de tiempo, timidez, círculo muy cerrado de amigos u otros motivos, no han podido encontrar una pareja. En palabras simples, Tinder funciona más o menos así: detecta tu ubicación y la de las personas que se encuentran cerca tuyo que también lo utilizan. Cada uno tiene un perfil con una o más fotos y el usuario va señalando a aquellos que les parezcan más atractivos y quienes no, esto mediante un corazón verde o una equis roja respectivamente. Lo mejor de Tinder es que la otra persona no se entera que tú lo has "elegido" a menos que esta también te ponga un corazón verde, es decir, que indique que le gustaste. Esta es la parte fácil del sistema: a diferencia de lo que pasa cuando se conoce gente cara a cara, ya sabes que al menos físicamente existe una atracción mutua. Solo entonces, se da la opción de iniciar una conversación por el chat, y de ahí en adelante todo puede pasar.
¿Qué pasa al momento de las citas?
Hasta aquí todo bien. Pero ¿qué sucede con las citas? Es un riesgo, porque vas sin conocer a la otra persona realmente, por lo tanto, debes ir dispuesto a todo: al típico jote que se encuentra en Tinder, a que la otra persona sea aburrida, insistente, muy distinta a la foto (que fue lo que te atrajo en un principio), egocéntrica y un largo etcétera.
Pero claro, también puede resultar ser un éxito ¿por qué no? El problema es que con Tinder se genera esto de aprobar o descartar a alguien por su físico, lo que sin duda hace perder oportunidades con personas que tal vez no sean tan hermosas por fuera, pero que pueden ser sumamente interesantes. Ese es el gran problema de esta red social y es lo que me hace pensar que no es tan necesario tener una cuenta en Tinder. Al conocer una persona en vivo y en directo tienes la oportunidad de escucharla antes de "desecharla".
Sucede también que las mujeres generalmente (no siempre, pero es lo más común) buscan lograr establecer una relación a largo plazo. La verdad es que somos menos proclives que los hombres a eso del "touch and go" (insisto, esto en términos generales) y como Tinder en sus inicios era utilizado principalmente por quienes buscaban relaciones pasajeras, hay algunos que se lo tomaron a pecho y creen no poder encontrar a alguien que "valga la pena" en esta red social, por lo que muchos acceden a tener una cuenta en Tinder solo para buscar algo rápido, sin expectativas de algo más duradero. Y producto de la "mala fama" que tiene Tinder, es muy difícil conocer a alguien que haya establecido una relación seria a través de esta aplicación.
Ante la pregunta de si es necesario tener una cuenta en Tinder, pienso que puede ser divertido, pero claramente no es imperioso para encontrarse con ese "alguien especial", y menos cuando uno es tan joven y tiene posibilidades de conocer gente en tantos lugares. Es muy impersonal y se basa en el físico como principal enganche, por lo que considero que es mejor tenerlo como un recurso alternativo y no verter todas nuestras esperanzas en este medio para encontrar el amor.