Lo más normal en la universidad es ver largos amoríos que desembocan en un casamiento, después de titulada la pareja. A otros, como a mí, el amor les llega como un rayo, cuando menos fe se tenía en esto del sentimiento, después de unos cuantos quiebres para el olvido y/o traiciones dignas de un libro de Shakespeare. Es fácil maldecir a Cupido cuando estamos solos, no así cuando flecha a alguien que nos corresponde y todo se vuelve color de rozas.
Mi historia parte en el año 2013, ad portas de titularme de periodista en la UCSC. Uno de mis últimos ramos fue «Periodismo Interpretativo», curso que enseña a los futuros profesionales a descifrar o aclarar las noticias de acuerdo a la información que reporteamos, así como los dichos de los entrevistados. Uno de los ejercicios, entre clases, era elaborar una semblanza a partir de la biografía de algunos de nuestros compañeros, contar anécdotas divertidas o emocionantes de sus vidas y tratar de inspirar a los lectores.
A diferencia de mis amigos, yo aún no contaba con una persona para el ejercicio. Preguntando, doy con la amiga de una amiga en la misma situación mía, totalmente desconocida y que según referencias tenía una historia digna de contar. Debo admitir que en el mismo instante que la conocí me gustó, ya fuera por sus modos tímidos, su sonrisa o su humor inocente. Eso a primera impresión pues a medida que hacíamos el trabajo mutuo otras cosas me comenzaron a interesar.
Provenía de una localidad cercana a Concepción, a una hora de la ciudad, por lo que se veía en la obligación de tomar un bus todos los días desde primeras horas de la madrugada. Además, a cierta edad tuvo el sueño de bailar ballet en los mejores escenarios del mundo, eso hasta que fuera diagnosticada con una seria mal función cardíaca que la obligó a colgar el tutú. Por si fuera poco, hace algunos años había roto con su expareja, quien, a pesar de prometerle el cielo y la tierra, la engañó y de inmediato la dejó para formar una familia con aquella otra persona.
No me explicaba cómo una chica tan buena y bonita había tenido tan mala suerte en la vida. A la par, admiraba su actitud emprendedora y de alegría frente a la adversidad, cosa que hasta el día de hoy rescato en ella como una de sus mayores virtudes. El trabajo pasó y ambos nos hicimos amigos desde aquella vez, saludándonos en cada momento que nos veíamos y conversando entre clases.
Pasaron los meses, pero no me podía olvidar de aquella semblanza, esa historia de vida protagonizada por aquella chica linda y tan interesante. Su historia parecía crecer dentro de mí, llenándome de sentimientos por una persona que bien se lo merecía.
Ninguno se atrevió a ir más allá de una amistad, al menos hasta finales de 2014, tiempo en que la pasión ya no pudo contenerse y uno invitó a estudiar al otro, a modo de apalear las malas notas y al fin sacar la carrera. El resto es historia. Aún guardo la nota que le escribí a mi actual novia, solo para recordar que a veces las mejores historias nos enamoran, no solo de lo que sucedió en el hecho en sí, sino también de sus protagonistas.
¿Viviste algo parecido en la universidad? ¿Tienes más historias de amor dignas de contar? No olvides dejar tus vivencias en los comentarios.