A veces, la universidad es un pequeño mundo dentro del inmenso planeta en el que vivimos. Uno bien pequeño donde suceden las historias más extraordinarias y ocultas para la mayoría de los mortales. Esta historia de amor, protagonizada por Manuel y Josefina, corre el velo del misterio para que podamos ver cómo la casualidad hace que se atraigan dos personas muy diferentes.
Manuel era un tipo participativo, nervioso y desordenado. A menudo, se lo podía ver en la última fila del aula comiéndose las uñas, con un cuaderno viejo lleno de dibujos. Bastaba con que el profesor tomara aire un segundo para que Manuel lo interrumpiera. Sea porque al profesor le gustaba discutir o por la hipnótica ensalada de argumentos de Manuel, las clases se iban por las ramas hasta que nadie se acordaba de lo que se estaba diciendo en un principio. Por eso, cada interrupción generaba un sentimiento hostil de los estudiantes de adelante. Entre ellos Josefina, quien sabía que lo pagarían a la hora del examen.
Josefina era todo lo contrario a Manuel. Anotaba cada palabra del profesor como si se tratara de los diez mandamientos. Ni loca se le ocurría levantar la mano salvo que el profesor abriera el debate. En esas ocasiones, exponía argumentos claros, apoyados en la bibliografía. Lo que no sabía Josefina es que en la clase tenía un admirador secreto, el menos pensado, Manuel, "el interrumpidor". Desde su rincón atrás, Manuel miraba a esa chica de saquito celeste claro con flores bordadas, tan distinta a él. Jamás se hubiera atrevido a decirle nada porque lo que tenía de atrevido para discutir y hacer amigos en la universidad, el muchacho lo tenía de tímido para hablar fuera de clase.
Así, promediaba el cuatrimestre y Manuel no encontraba ocasión para decirle algo a su amor secreto que lo miró una o dos veces en todo el año. Apenas algún saludo con la cabeza en el mejor de los casos, y a otra cosa mariposa. Hasta que fue el mismísimo profesor el que le dio la gran oportunidad a Manuel: un grupo de estudio. Apenas cuatro personas que deberían reunirse fuera de clase para hacer un trabajo práctico. ¡La oportunidad perfecta para conocer mejor a Josefina! Saber sobre sus gustos, sus pasiones, sus anhelos. Estaba seguro de que esa era la forma de conquistarla.
Cuando llegó el día de la conformación de grupos, Manuel, por primera vez, se sentó adelante, lejos de su querido lugar en el fondo. Tuvo la suerte de que justo ese día faltó el compañero que siempre se sentaba con Josefina, así que se puso al lado de ella. Estaba tan cerca que podía oler su perfume. Si extendía una mano podía tocar esos rulos castaños atravesados por la luz de la mañana. El profesor no quiso perder tiempo, así que eligió a dedo los grupos. A Manuel le pareció ver un gesto pícaro en el hombre antes de que lo señalara junto a Josefina y otros dos compañeros.
"Objetivo conseguido", pensó Manuel. Ahora quedaba lo más difícil, lograr un momento a solas con Josefina. Y claro, pequeño detalle, enamorarla. Las primeras reuniones del grupo estuvieron llenas de debate, pizza y cerveza. Manuel hizo todo lo posible por no comerse las uñas y por lanzar chistes elegantes. A Josefina le debían gustar los chistes elegantes, estaba seguro. ¿Seguro? La joven no se rió de ninguno. En realidad, tampoco los otros tres compañeros parecían cómodos con él. Hablaban siempre entre ellos y lo dejaban aparte.
En la última reunión, antes de que entregaran el trabajo final, Manuel decidió jugarse. Ya que no podría obtener ni un minuto a solas con Josefina, haría una declaración de amor frente a todos. Hasta había aprendido un discurso de memoria. Y ahí estaban los cuatro, comiendo pizza y ultimando los detalles del trabajo, cuando Manuel carraspeó para hablar. Los otros tres suspiraron temiendo la intervención del "interrumpidor". Lo que no esperaban era que el carraspeo hiciera que Manuel se atragantara con la pizza. El pobre muchacho se puso blanco y después azul. Con una agilidad sorprendente, Josefina corrió hacia él y, ejerciendo presión en el lugar justo, logró que escupiera la porción atorada. Manuel trató de decir algo.
Y ese fue el principio de esta historia de amor en que el cazador se convirtió en cazado. Y en la que dos personas muy diferentes por primera vez se miraron a los ojos y descubrieron un fuego que al día de hoy sigue vivo.