El paso del colegio a la universidad es súper grande y
algunas veces nos cuesta mucho aceptarlo. El tema de los ramos y las clases es
muy diferente a la educación secundaria, por eso hay muchos que llegan a la u
el primer semestre y se echan casi todos los ramos.
Cuando yo pase por ese cambio, no fue tan drástico para mí, porque era muy responsable, esforzada y sabía que sería más difícil que en el colegio. En un principio me iba mal, pero de a poco le agarre el ritmo a la mayoría de los ramos, menos uno; Fundamentos del Periodismo. El único y primer ramo que estuve en peligro de reprobar en toda mi historia universitaria.
Supongo que no me gustaba, no porque la materia fuera fome o algo por el estilo, sino porque la profesora era una pesadilla. Era mala de corazón, nos trataba de tontos, nos decía que mejor nos cambiáramos de carrera y una vez un hizo un control de actualidad sorpresa que consistía en escribir la biografía de Osama bin Laden.
Podrán entender que para un grupo de mechones que llevaba un par de meses en la universidad esto no era para nada alentador. Para los trabajos prácticos casi ni trataba, ya que de todas formas me ponían mala nota. Así que me puse a estudiar para las pruebas como loca, entraban tres libros más la materia que habíamos visto durante las clases y ayudantías.
Lograba 4 y 5 con mucho esfuerzo, no quería rendirme tan rápido, pero cuando avanzaba el semestre me empecé a dar cuenta que no me iba a dar el promedio 4.0 que pedían para dar el examen, debido a mis notas anteriores.
Un par de días después de que terminaran las clases avisaron por email que se podía dar examen a partir de 3.5 y yo tenía un 3.9.
Tampoco me ilusione tanto, porque en el mismo correo salía que el examen era oral, al frente de todo el curso y que la profesora te podía preguntar cualquier cosa de lo que vimos en semestre, sin importa lo que fuera.
Estudie lo normal, era mi último examen, un sábado en la mañana y me acuerdo de estar esperando afuera de la sala y ver salir a una compañera llorando porque no pudo contestar la pregunta.
Me llamaron y me senté dándole la espalda a todos mis compañeros y mirando a la profe. Me interrogó de una materia que me sabía súper bien y cómo se dio cuenta que no me costó me pidió un ejemplo de cada punto. Me quedé en blanco, con suerte me acordaba de lo que había dicho y di ejemplos a medias.
Salí de la sala, respiré hondo y dije ¡filo!, hago el ramo de nuevo, no es algo tan terrible. Ese mismo día en la noche me llegó un email del ayudante con las notas, lo abrí con la intención de ver cuántas personas más se lo había echado y descubrí sorprendida que mi promedio final era un 4.0, justito. Me habían puesto el 45 que necesitaba en el examen.
Por eso hay veces que no debes darte por vencido, lo mejor es esperar con tranquilidad y confiar en tus habilidades ¡Todo se puede lograr con esfuerzo y perseverancia!