Corría el mes de noviembre del año 2006 cuando me enfrenté, con tiernos 17 años, a la temida pregunta paternal: "¿Qué vas a estudiar el próximo año?" Respondí que me gustaba leer y hablar inglés, pero que hasta donde yo sabía no habían muchas opciones con eso. Todas las flechas apuntaban a pedagogía y yo carezco de la paciencia divina para enfrentarme a seres humanos pequeños o adolescentes. No obstante, mi papá me respondió con toda la calma y me dejó perpleja: "Estudia Literatura Inglesa entonces..."
Era primera vez que escuchaba el nombre de una carrera que parecía sacada de una película gringa, donde todos los eventos se desarrollan en un lugar mágico tipo Hogwarts. Así que me lancé en picada a Google para averigüar y decidí apostar mis fichas a la Universidad de Chile.
Me adelantaré a los tortuosos momentos que involucran rendir la PSU y esperar el susodicho puntaje. Digamos que quedé aceptada en penúltimo lugar en Lengua y Literatura Hispánica. Allí, no solo descubrí que yo no era la única que estaba recién enterándome de la existencia de esta área sino que, además, se podía continuar con estudios de posgrado en cosas todavía más raras. Sin ánimos de hacer spoiler: me gradué de Literatura y, 4 años más tarde, egresé como magíster en Estudios Culturales Latinoamericanos. No podía ser más hippie a estas alturas.
Así que, como una experta en el campo de recibir miradas de desconcierto, va este listado de cosas que probablemente te van a pasar si optas por el camino menos transitado de la Academia:
1. "¡Qué bonita carrera!"
Esta es la respuesta primitiva cuando cuentas que estudias algo desconocido. Notarás que es casi el mismo comentario que cuando alguien recibe calcetines para Navidad: simplemente no quieren ofender, pero tampoco averiguar más.
2. "¿Y para qué sirve?"
Cuando la gente sí quiere saber más, no falta el alma sutil que pregunta directamente algo que a ti te tomó años descifrar. ¿Voy yo esperando que me respondan en una oración para qué sirve la Física Cuántica? Paciencia...
3. "¿Y en qué puedes trabajar con eso?"
Para mí la respuesta siempre generó más preguntas, así que ojo ahí con lo que elijan. Lo mejor es irse a la segura y decir "enseñando lo mismo en la universidad". Al menos te ganas unos minutos de paz4. "¿Se gana bien?"
La indelicada pregunta por el salario. Nuevamente, la recomendación por el camino zen siempre será contestar "Lo suficiente para vivir tranquilo" o algo por el estilo.
5. "Tengo una prima que estudió lo mismo. ¿La conoces?"
Sí. Por supuesto que conozco a todas y cada una de las personas que estudiaron eso. Es cierto, son como 300 alumnos por año, pero tengo buena memoria.
6. "Tu carrera es como [inserte nombre de otra carrera nada que ver], ¿cierto?"
Ahí tú debes decidir si le das la tesis de 10 puntos sobre cómo no se parecen en nada o simplemente ladeas la cabeza y agradeces que te esté demostrando interés.
7. Ir a congresos que parecen convenciones de Cosplay.
Acostúmbrate a ser el más normal de un montón de freaks. Ya le encontrarás lo adorable a esas reuniones académicas donde el menos raro es el que lleva peluca y camiseta de unicornio. Hay cierta belleza en ello.
8. Bienvenido al reino de lo específico.
Cuando tu campo es desconocido comienzas a reconocer que hay personas que se adentran en estudios como "Teoría del uso de las notas a pie de página en manuscritos" o "Cómo funciona la quinta pata del gato". Bien aprovechado, esto es una mina de oro en las publicaciones en revistas.
9. El maravilloso mundo de las becas y los fondos estatales.
Lo bueno de tanta especificidad es que hay menos competencia a la hora de postular. Si no me creen, es cosa de darse una vuelta por las adjudicaciones de proyectos públicos y ver que "Proyecto para salvar el dedo gordo de estatua patrimonial en pueblito perdido" ganó 6 millones, por ejemplo.
10. A la meta llegan unos pocos.
Como al principio ya pocos entendían de qué iba la cosa, no te sorprendas si de una clase de 300 te gradúas solo junto con otros 3. ¡Felicidades, eres un sobreviviente!
11. Sacudir el árbol de contactos para obtener un trabajo.
Como los buscadores regulares no se ajustan a tus necesidades laborales específicas, no te sientas mal si tienes que recurrir al "pituto" para hacerte un nombre en el campo. Todos partimos por algo.
12. Sentirse como el nerd más top
Ya lograste egresar, pudiste conseguir un trabajo y ahora cada vez que hablas de él no puedes evitar sentir que tienes puesta una bata blanca, estás en el laboratorio CSI y eres el único en el mundo que sabe lo que tú sabes.
13. Y, finalmente, acostumbrarse a marcar la casilla "Otro"
No culpemos a los amigos de los formularios web. ¿Qué culpa tenemos de que nuestra carrera esté en la subcategoría de la subcategoría? Bienvenido al inframundo a la hora de rellenar y tener que ingresar manualmente el nombre de tu grado.