Un trabajo y en particular una oficina es una jaula de personalidades e historias por venir. En la mía, trabajábamos re pocas personas, 10 nada más y la mayoría eran varones (sólo 3 mujeres). En ese territorio poblado de hombres se encontraba uno con una personalidad muy especial y una fascinación por la mentira y las falsas historias, que a todos nos dejaba perplejos.
Cada lunes llegaba con una nueva aventura y lo peor, cada vez más imposibles y calcadas de cualquier film reciente en el cine. El Jorge era tan mentiroso, que ya ni siquiera le creíamos que se llamaba así. Me acuerdo que una vez llegó como 1 hora tarde al trabajo y en vez de reconocer, como todos, que se había quedado dormido, salió con un mega cuento que concluía con que habían puesto una bomba afuera su casa y le era imposible salir y llegar a trabajar.
Él pololeaba con super modelos, tenía todas las consolas existentes 2 veces (una en su casa de Santiago y la otra en La Serena) y siempre le ha pasado lo mismo que contaste tú, pero un millón de veces mejor y de manera más peligrosa.
Con el paso del tiempo a nadie ya le simpatizaba. Cómo sería el nivel de aburridos que estábamos, que creamos un grupo aparte de WhatsApp y no lo incluimos. No le avisábamos de las actividades extra programáticas y nadie quería sentarse con él en el almuerzo. Y era lo lógico porque su nivel de mentira superaba a Jim Carrey en "Mentiroso, Mentiroso".
Yo me moría de ganas de decirle "stop", que no le creíamos nada, que no queríamos oír ninguna historia más y que ¡por favor! guardara silencio por meses. Pero no, quizás tenía una enfermedad y si le decíamos algo su nivel de locura se iba a expander como una pandemia en la oficina y se arruinaría aún más el clima laboral. Por eso callé, todos callamos y sólo nos limitamos a ignorar sus cuentos y sentarnos lo más lejos posible al comer.
Desde el primer día que él llegó a la oficina, debo admitir, algo no me gustó. O sea, se activó ese sexto sentido que a veces tenemos y que nos dice: "ese personaje tiene ese que se yo, que no me gusta" ¡Y no me equivocaba! Porque para mí, una persona que tiene tanto que inventar sin ninguna necesidad, es porque algo no esta bien y aquí muchas cosas no lo están diría yo. Pero como estamos cerca de Navidad y mi oficina es una constante selva en extinción, nos hemos armado de paciencia y corazón y estamos haciendo un esfuerzo por aceptar, sea como sea, a esta especie tan particular que me acompaña todos los días, durante ocho horas diarias, al lado de mi escritorio.