Me contrató Armando. Y fue mi jefe durante cuatro años: me enseñó, me dirigió, me disciplinó. De repente su esposa pasó a ser mi jefa, aunque no tiene ni pito que tocar... al menos no en el sentido figurativo.
Katherine es que es una mujer arribista, ambiciosa, miradora en menos, y le ha puesto "el gorro" a Armando tres veces con gente de la empresa. De hecho, actualmente, está con uno de los ingenieros, siete años más joven. Lo sabe todo el mundo, pero la pega es buena y nadie va por la vida delatando al resto. Creo yo.
En el último mes contrataron a dos mujeres Carla y Lucía, esta última argentina. A mí me tocó hacerle una especie de inducción a Lucía. Es muy inteligente, afable y clara. Me invitó, en agradecimiento, a comer a su casa: conocí a su esposo e hijo. Todo bien hasta que el vino se me subió a la cabeza y comenté los amores de mi jefa-no jefa. Lucía dijo que se lo imaginaba y que no me preocupara porque no le contaría a nadie.
Como era habitual, Katherine me esperaba en la oficina para hincharme y decirme todo lo que tendría que hacer esa semana. Esta vez, agarró de paso a Lucía y ella muy calmada escuchó todos los reclamos e indicaciones. Más tarde me dijo: “me aguanté porque es mi laburo, pero es brava la tipa, eh”.
En la última reunión del mes, Katherine estaba explicando unos balances con ese aire de superioridad que le apesta a todo el mundo, y en medio de su exposición Lucía hizo alusión a un error que tenía la información. La jefa sonrió fingidamente y al final se acercó a Armando y le dijo algo que se escuchó con demasiada claridad: “No quiero que esta ordinaria me vuelva a corregir delante de todos”. Ahí empezó la hecatombe.
Lucía: "¿Me decís a mí ordinaria, pelotuda?" Armando: "¿Qué te pasa con mi mujer?" Lucía: "Pasa que no te das cuenta que esta boluda se ha morfado a todos los giles del segundo piso, incluyendo al ingeniero nuevo. Eso pasa".
Pese a que cerraron la puerta de la oficina, la pelea se escuchaba hasta la recepción. Después de 20 minutos, en los que Lucía aprovechó para despedirse de nosotros, Armando salió hecho una bala al segundo piso donde hubo muchos golpes y cuatro despidos.
Mi jefa-no jefa estaba pálida y desorientada. Se hacía la débil, pero nadie la pescó. Ese día me fui temprano, y no la he vuelto a ver hace dos meses. Ayer supe que se están divorciando.
Ahora yo fui ascendido, Lucía fue contactada nuevamente, e incluso llamaron a su marido para darle pega en la empresa. Agradecimiento, supongo.