Nuestra historia comienza desde el final. Si, no se sorprenda si comienza a leer este escrito preguntándose por qué es llevado detenido el jefe de la empresa, el muchacho de contabilidad y las secretarias de ambos; la escena es un tanto fuerte, los 4 en paños menores, las niñas con rasguños y los chicos, bueno, llenos de moretones. Nadie en la oficina creía esta escena bien extraña que se estaba viendo más aún cuando de una bolsa iban colgando unos juguetes sexuales...
Todo comenzó en las semanas previas a la fiesta de fin de año. Se avisó con tiempo para que todos estuvieran con los permisos necesarios y con acompañantes, que es una de las cosas primordiales de este tipo de eventos. Tenida formal (como si fuera novedad en la oficina no estar así), zapatos bien lustrados y la comida se desarrollaría en la misma empresa con un arriendo de banquetería que contaba con el aperitivo del pisco sour o vaina, con canapés y tapaditos varios, de entrada la plata reina en cama de lechuga costina, de fondo la carne mechada en reducción de vino tinto con el acompañamiento clásico del arroz blanco o papas mayo, una serie de ensaladas (donde siempre abunda la lechuga con...) y de postre la irremplazable macedonia con crema batida.
Hasta ahí, todo normal. Había mucho vino, había mucha comida, era tremendo, nunca se había visto tal desarrollo y tantas bondades de un patrón malas pulgas con sus empleados y que se iban muchas veces a las palabras con el señor de contabilidad, una persona callada y muy devota de su religión.
Siguió el discurso del dueño de la empresa agradeciendo la fidelidad de todos, pidiendo disculpas a las personas que le levantó la voz o bien alguna incomprensión durante el año; siguió con la entrega de una gift card con alrededor de 40 mil pesos, no recuerdo el monto ahora, pero ya estábamos bien extrañados y no sabíamos que estaba pasando muy bien. De pronto, decide entregar premios de desempeño; yo me gané un reloj, todavía lo tengo pues me recuerda a cada rato ese día. Y después, comienza el baile.
Cumbias, bachatas, música de los 80's y todo el mundo bailando cuando de pronto aparece la señora del jefe con la cara desencajada a más no poder. Pide a los gritos cortar la música, prender las luces y, como si el demonio se hubiera apoderado de ella, comenzó a preguntar dónde estaba su marido. Era tremendo, era desgarrador, era con mucha pena y rabia. Nosotros comenzamos a mirar y efectivamente había desaparecido junto con el jefe de contabilidad que no se veían por ningún lado.
Tras esto, la señora pidió llamar a la secretaría y no había luces de ella, y en momentos que ya pensamos había pasado el pánico, aparece la pareja del chico de contabilidad también a los gritos preguntando por el señor. Nadie entendía lo que pasaba, entonces la señor del jefe decide tomar el" toro por las astas" y comenzó a recorrer toda la empresa. Nosotros íbamos pegados a ellas cuidando la retaguardia cuando en eso se escucha el ruido de un látigo y un quejido muy despacio. Las señoras corrieron hacia una puerta, pero estaba cerrada con llave. Sin embargo, esto no fue impedimento para abrirla con un empeñón dado con el alma. Fue en ese momento que sorprendimos al jefe de contabilidad desnudo amarrado a una silla, al jefe con una cadena como un perrito, y las secretarias en látex.
No sé quien llamó a Seguridad Ciudadana, no sé tampoco como llegó Carabineros, lo que si sé es lo que vi después; era una pelea digna del peor de los lodazales con los rasguños, patadas y golpes de puño que propinaban ambas despechadas hacia los caballeros en cuestión. Nada hacía presagiar que en el momento de que las secretarias se iban, estas mujeres las tomaron del pelo y continuaron con ellas a los golpes. Nosotros no pudimos hacer nada, el escenario era dantesco.
No sé como es que carabineros pudo separar a esa madeja de mujeres que estaban peleando. Los hombres trataban de dar explicaciones sin resultados y ante el más leve descuido se fueron detenidos los infieles mientras que a las señoras despechadas les bajaba un aire de libertad tremendo.
Y cuando ya todos pensamos que había terminado, escuchamos al fondo una risa macabra. La chica en práctica de contabilidad que, borracha a más no poder, confesaba la venganza hecha a las dos personas que la hicieron tonta: el jefe, prometiéndole un puesto que nunca llegó después de una noche de pasión; y el chico de contabilidad, que le pintó un mundo nuevo afuera del instituto dejándola plantada con sus cosas para iniciar un nuevo camino. No hizo más que enviar una foto para que se desatara el infierno. Todos nosotros tomamos palco y nadie sospechó nada en todo este tiempo.
Macabra experiencia que nos llevamos. Todos con una risa forzada nos despedimos con un "Feliz Navidad".
Imagen CC Engel Serón