Fueron años en que muchos iban y venían, pero ella se mantuvo firme por ser la mejor evaluada por los clientes. Tan bueno era su desempeño que se la estaban peleando los locales. Todos le teníamos afecto a Mariana, hasta que la volvieron a ascender. Y aunque sabíamos que tarde o temprano ocurriría, jamás pensamos que las cosas cambiarían tanto.
Decir que los humos se le fueron a la cabeza es poco. La muy cabrona empezó a ser más rigurosa con la atención, con el uniforme, el pelo, los zapatos… parecíamos milicos. Ni hablar de los horarios, las últimas dos veces que ha habido protesta, no entró nadie durante dos horas y aun así nos hizo cerrar a las ocho.
La hora de almuerzo es otra de las cosas que no respeta: en pleno cocaví entra directamente a retarte por lo que sea. Pero lo peor es cuando te ‘llama la atención’ delante de sus jefes. Siempre lo hace de mala forma, como cuando una parvularia le enseña algo a un infante. Humillación. En los tres primeros meses, seis trabajadores han pedido traslado.
Yo vivo cerca del local, me voy a pata, sólo por eso me aguanto sus tonteras. No obstante, a los que no les otorgaron el traslado, la cosa se les está volviendo insostenible. Ayer, sin ir más lejos, uno de mis compañeros alegó por algo muy válido a lo que ella le respondió “si no quieres estar aquí, ándate. Hay veinte más esperando por tu trabajo”.
Pero una de mis compañeras no aguantó, y estuvo a punto de echarse al bolsillo los cinco años que llevaba trabajando y se lanzó con todo contra Mariana. Como siempre lo hace cuando llegan sus jefes, esta tipa empezó a hincharnos. Al llegar donde la Alejandra cometió el error de corregirla a viva voz cuando estaba atendiendo, pero esta vez sumó algo que no era costumbre: le dio una "palmadita" en el hombro.
Nada terrible, pero fue la última gota. La Alejandra la tomó del brazo y cuando la tuvo en frente empezó a golpearla. Ahí había acumulación de rabia, señores. La Mariana quedó "hecha bolsa".
Nadie se metió a separarlas: yo le hacía barra mental a la Ale, la clienta era familiar de mi compañera boxeadora, y lo más extraño fue que sus jefes sólo se limitaron a mirar lo que estaba pasando. No hicieron nada.
Después de dos semanas de ausencia, todos esperábamos ver qué pasaría cuando Mariana volviera pero, curiosamente, fue trasladada “por motivos personales” a otra comuna. Y, otra curiosidad, a la Alejandra no la despidieron del trabajo.