Día lunes, 8 de la mañana. Corriendo a la velocidad del rayo por la facultad de humanidades de la Universidad de Concepción, era un 8 de marzo, recuerdo, era mi primer día de clases en Bachillerato en Humanidades. Perdida como yo sola nomás, porque la UdeC es enorme y si no ingresas por el sector principal te encuentras con muchos edificios, jardines y salas... con nombres parecidos. Está la 1-1, la 1-2, la 1-1 tecnológica y así... te pierdes, hasta que mirando el diario mural de la carrera, intentando descifrar la sala y su ubicación, alguien te golpea el hombro.
Esteeee, disculpa.. sabes donde están los cubos? ¡Eres mechona igual! ¡no puedo pillar la weá de sala, jajajaj, mira, preguntemos acá!
Así conocía Fabiola en 2007, con sus bototos negros con púas metálicas, sus poleras de Iron Maiden y un maravilloso tatuaje que le ondeaba en el escote. Juntas nos dimos cuenta que los cubos quedaban atravesando casi dos kilómetros de campus, y llegamos atrasadas a clase, pero llegar atrasada junto a otra persona tiene un matiz distinto que hacerlo solo, es más ¿permitido? no lo sé, pero te da un poco de confianza extra.
Te salvaste para los primeros trabajos, ya tienes alguien con quien conversar al menos. Sobre todo antes que empiecen las celebraciones sociales propias de cada carrera (léase mechoneo, bienvenida, tomar afuera de los pastos, etc).
Sin embargo no sé, si sea el caso de ustedes, pero no siempre terminamos siendo amigos de este primer compañero con el que hablamos. Muchas veces, al conversar ya con el resto del curso, nos damos cuenta que hay gente con la que tenemos más afinidad y lo vamos dejando de lado, o cada uno encontró el grupo preciso al cual pertenecer (entiéndase, el de los jugadores de fútbol, el de los lectores, el de los buenos pal carrete, etc).
¿Con quién hablaron primero ustedes?
Imagen adaptada CC Tomás J. Sepúlveda