Siempre tenemos a profesores en la vida universitaria que nos hacen la vida imposible, ya sea porque poseen elementos cargados al narcisismo o bien porque no han tenido un completo desarrollo personal y emocional para enfrentar a la sociedad. Sin embargo, y a pesar de este tipo de dificultades, existen estos profesores y profesoras que todos amamos debido a que son comprensivos, amables y en el caso más externo, bien guapos y guapas. Es por ello que dedicaremos algunas líneas a este tipo de personas que se insertan de forma inmediata dentro de la flora y fauna universitaria.
Desde los tiempos claros y oscuros a los profesores se les ha catalogado de ser personas duras, sin corazón y llenos de agendas con fechas que cumplen de manera religiosa sin perdonar al alumno que llega tarde a su cátedra, la entrega de un trabajo debía ser una ceremonia tan grande como la disertación de un tema y nuestro imaginario los situaba en una casa lejana en la cordillera, con la chimenea a todo lo que da, escuchando música clásica y acariciando a un gato mientras alimentaba el fuego con trabajos apilados al lado de su sitial y que lanzaba para avivar el fuego. Pero el paso del tiempo ha cambiado nuestro parecer y aquellos seres que mirabamos como dragones tira fuego ahora son personas fáciles de tratar, comprenden de plazos y a veces extienden un poco más los mismas, entienden de nerviosismos, de stress y a veces son capaces de compartir una cerveza o un trago un día viernes donde el debate es la mejor arma y la conversación se transforma en camaradería.
Ahora, siempre las profesoras han sido las personas a quienes más amamos después de nuestras madres: comprenden de tiempos, evalúan bien los trabajos y a la hora de dar un consejo no lanzan toda la caballería de inmediato sino dan un buen rodeo para luego llegar sutilmente a lo que deseaba explicarnos sin que sonara muy duro. Son amantes del café por lo que siempre ofrecen "un cafecito" antes, durante o después de la clase y lo hace con un doble fin: poder tomar café de manera tranquila ella y despavilarnos nosotros. Son personas dinámicas, sus clases son entretenidas y poseen radares en su cabeza que detectan cuando un alumno está mal o bien achacado. Siempre se acercan sigilosos en los momentos de trabajos grupales y ahí dan toda la batería de consejos. Eso si, se enojan por los resultados, en especial cuando son pruebas: no es que se transformen en ogros pero nos retan (de forma sutil) nos hacen revisar nuevamente la prueba y como si nada pasara, volvemos con la amistad.
Otro tema es el que correspondiente a los promedios finales. Con esto no queremos decir que sean blandas a la hora de evaluar ni mucho menos sino que, mágicamente, aparece algún trabajo para alguna décima que nos sirva para poder pasar el ramo.
Es por eso, y mucho más, que siempre se gana los chocolates y las flores a fin de semestre. ¿Tienes a tu profesora favorita? Cuéntanos.
Imagen Estitxu Carton