Pobre mechón/a. Pobre y triste mechón/a. Si vas en tu primer año de carrera de seguro mis palabras resonarán contigo. Puede que, a esta altura -ya pasadas las fiestas patrias- esbozando una leve sonrisilla, hayas desechado los miedos e inseguridades experimentadas el primer día de clases, momento en que afrontaste lo que (pensabas) era el fin de la diversión. Más sabio –y de seguro con curaderas épicas y joteos furtivos bajo el brazo- habrás comprobado que la vida universitaria no era algo tan descabellado como te contaban; esa imagen horrenda que tenías en la cabeza, aquel bendito primer día de clases, en que te pensaste el/la sujeto más desdichado de la tierra. Estas son las 10 estupideces más frecuentes, efectuadas el primer día de clases, producto de la ignorancia mechona:
1.- Preguntar a medio mundo dónde es la clase.
Conserjes, secretarias y/u otros mechones (en la misma pobre situación) suelen ser los infelices interrogados.
2.- Llevar en la mochila un cuaderno por materia.
Unos meses más tarde te verás llevando (con suerte) un magro cuaderno multiuso y regalón.
3.- Ir con la mejor prenda.
Fatal si aquella misma fecha coincide con el mechoneo. La mejor ropita que nos regaló papá y mamá, se transformará en un trapo de baño.
4.- Amontonarse en grupos de recién conocidos.
Posiblemente aquí conocerás a muchos/as de los amigos/as con los que te juntarás las próximos meses, algo extraño si pensamos que no era más que el primer niño/a que te saludó en el cóctel de inauguración.
5.- Curarse.
¿Qué mejor para liberar el estrés post traumático del primer día universitario que lanzarse a la vida con un grupo de desconocidos?
6.- Dárselas de mateo/cumplidor/responsable.
Pedir en la biblioteca todos los libros requeridos por el profesor (y nunca leerlos). Imprimir el horario (y perderlo). Gastar toda la plata del mes en fotocopiadora.
7.- Llevar el polerón de 4º medio.
Acéptalo nostálgico, tus amigos de la media ya no están aquí.
8.- Amar y/u odiar a un profesor.
Un amor a primera vista, puede ser revertido fácilmente con un rajazo a fin de semestre. Por otro lado, un odio acérrimo, puede transformarse felizmente en un síndrome de Estocolmo.
9.- Decir que la carrera no era la primera opción (al momento de presentarse).
El absurdo de los absurdos. Gastar mes a mes una millonada y confesar que (realmente) no es lo que te motiva. ¡Cuek!
10.- No ir.
Alarmante si aquel día en -dícese cualquier ramo- había test, o trabajo en grupo. De no darse estos peligros, considérese un flojo de mier con suerte.
¿Te sentiste identificado? ¿Piensas que faltó algo? Comenta ;)
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