Ya iba en cuarto año de la carrera de Derecho -sí, CUARTO AÑO- cuando al fin tome la decisión (que venía pensando hace mucho) de irme de esa estresante vida. Recuerdo que salí de carrete un día, desperté con tremenda caña y tenía muchísimo que estudiar. Los que saben de derecho me van a entender: tenía que estudiar civil III. En fin, no tomé ni un apunte en el día, ni en los siguientes días, no fui a dar la prueba y nunca mas volví a la universidad.
Al pasar los días, mis padres me miraban con extrañeza, hasta que llegaron la pregunta: ¿Por qué no has ido a clases?, ¿qué pasa con la universidad? bla bla bla. En ese momento me puse más nerviosa que en prueba oral de derecho y no me quedo otra que armarme de valor y decir lo que mis labios no habían querido pronunciar: "ME RETIRO, ME VOY, ADIÓS DERECHO, ADIÓS UNIVERSIDAD". Sólo mi papá me apoyo, nadie de mi familia lo podía creer, todos se sentaban con mucha seriedad, paciencia y muchos cigarros a conversar y hacerme reflexionar para que volviera, pero mi decisión estaba clara JAMÁS VOLVERÍA.
La carrera de derecho con suerte me daba tiempo para salir de vez en cuando, por lo que nunca había trabajado. Ahora, con tanto tiempo libre y para deshacerme de los discursos morales de mi familia, me decidí a trabajar por primera vez, conseguí una peguita de garzona en un restaurant, que terminó siendo uno de las buenas experiencias de vida, conocí a gente que de verdad eran buenas personas y además junte mis luquitas. De un día para otro sin más ni menos arranque de este país, bueno no arranque, pero si me fui sin previo aviso con mi roñosa mochila, mi fiel cámara y todos los sueños que no me permití vivir en 4 años. Me fuí con la esperanza de encontrar caminos por sudamérica, conocerme a mí y saber lo que realmente quería. A los dos meses llegué con la libertad saliendo de mi piel, con conocimientos que ni una universidad ni nadie más que la vida me pudieron enseñar, volví con las ideas claras y ahora sí sabía lo que me haría feliz.