José, y no sé por qué razón le decimos Chechito, está a pocos meses de tener su primer hijo. Laura es la madre del retoño que tiene chocho y baboso a mi amigo. Son una pareja feliz, se les nota por cómo han encarado el desafío de ser padres.
En un principio no sabían de la existencia del otro. Chechito llegó como un veinteañero y con un paso frustrado por la carrera de Educación Física. Lo recuerdo medio perdido en sus intereses (quién no a los 20) pero siempre atento a colaborar en su rol de asistente. Es fanático del fútbol (de esos que se amurran si pierde su equipo), por eso no fue difícil convencerlo de que apoyara en un evento de aniversario que organizaríamos para una institución educacional y que incluía un campeonato de fútbol mixto entre los funcionarios.
Laura era la diseñadora de la oficina. Había pasado de hacer su práctica a estar contratada. Era (y es) perfectirijlla y una nerd consumada que apenas sacaba los ojos de su computador (sí, ese el de la manzana mascada). Si bien era simpática y para nada tímida, resultaba difícil comunicarse con ella, a tal punto que era más rápido que te contestara por chat que si ibas a preguntarle algo a su oficina. Sin embargo, a pesar de sus habilidades sociales escondidas detrás de la pantalla, fue la primera que logró argumentar con éxito al jefe que debía trabajar un par de horas desde la casa debido a que no podía concentrarse con el ajetreo de la oficina.
Así fue que por extraño azar, José y Laura nunca se topaban. Pero no tardarían en conocerse y el flechazo fue en el evento de aniversario que les comenté más arriba.
Recuerdo que llegamos con Chechito a organizar el evento: José se ocuparía de ser el árbitro de los partidos y yo además tenía que registrar fotográficamente las actividades. Teníamos todo listo, pecheras para los equipos, los arcos con malla y José había armado una planilla para anotar a los participantes. Hasta ahí todo bien, el problema surgió cuando el cliente nos alegó por la falta de pendón. Y tenía razón. Lo habíamos olvidado en la oficina.
Llamé a todos mis compañeros, pero era la hora de colación y nadie contestó. Decidí jugar mi última opción con Laura que aparecía conectada en el chat.
-Me puedes traer el pendón que se me quedó en la oficina ;).
-Bueno… no me queda otra supongo :P. Ni el junior está.
-Laura, él está conmigo acá, por eso te lo pido.
-Ahh, ok. Me voy para allá entonces B-)
Solucionado el tema del pendón, comenzó el campeonato y después estratégicamente haríamos varias fotos de los equipos junto a la pieza gráfica que nos traía Laura, quien llegó a la mitad del segundo partido. Así que todo pasó piola.
Tengo un recuerdo vago que alguna vez completé con Laura (cuando ya estaba “recontra enamorada” de Chechito) con respecto al primer encuentro entre ambos: ella llegaba con el pendón y le costaba instalarlo. Yo sacaba fotos al otro lado de la cancha y, según Laura, fue ahí donde vio a José por primera vez, cuando cruzó toda la cancha, para ayudarla. Me dijo que se puso nerviosa, como cuando era quinceañera, así que evitó mirarlo a los ojos.
Chechito, por su parte, en realidad no se dio por aludido, estaba tan “concentrado” en sus labores que desde lejos le estresaba ver a una “mina” tratando de instalar el pendón, así que no aguantó más y la fue a ayudar.
“Si no estaría todavía colocando el pendón”, se ríe José cuando le pregunto por ese episodio.
El evento salió bien y yo me llevaba cientos de fotos para editar antes del viernes. Era un cliente importante así que debíamos transformar todo ese montón de fotos de registro en un dossier de las actividades. El diseño corría por cuenta de Laura.
-Hola, Carlos, ¿tienes las fotos editadas?
-Sí, ahí te las cargué en Drive.
No pasó ni media hora cuando Laura volvió a mandarme un mensaje
-Te puedo hacer una pregunta…
-Sí, dale.
-Hay una persona en la foto y quiero que me confirmes quién es, ahí te la mando.
-A verrr… ¡es Chechito!, trabaja acá po.
-Uyyy, parece que lo encuentro lindo :D
-Yao, pensé que era otra cosa jajaj- le respondí a Laura. Aun me da risa leer esa conversación en el historial de ese chat. Sin embargo y para bien de ellos, también me quedó dando vuelta el comentario y en algún momento le dije a José lo que había dicho Laura.
-En serio, mish, yo encuentro bien bonita a la diseñadora- me dijo Chechito, que todavía se refería a Laura como “la diseñadora”.
Bueno, después de unos cuantos ojitos y de risitas en la cocina, la oficina descubrió el romance. O se hizo de dominio público. Así pasaron a ser la parejita que se esperaban a la salida y se sacaban risas durante el día. Después de un tiempo, todos nos lamentamos cuando Laura se fue de la oficina, incluso algunos pensamos que la relación iba a morir con la distancia, pero los dos tortolitos siguen juntos preparándose para tener un hijo.
Imagen CC Peter van der Sluijs