Ser ayudante es una gran noticia para nuestra vida académica y para nuestros padres. Quiere decir que estamos haciendo las cosas bien, al menos en ese ramo y que nos están dando una oportunidad para ir más allá. No obstante, realizar este labor implica una serie de costos y beneficios que es importante considerar. Acá una descripción con algunas de las cosas buenas, malas y las feas.
Lo bueno
Además de la capacidad de sentirte importante frente a tus compañeros, ser ayudante brinda beneficios que si sabes aprovechar bien pueden brindarte buenas oportunidades como profundizar tus conocimientos en algún área de tu interés. Existen muchas carreras en que debes optar por algún tipo de especialidad y esto permite explorar ciertas áreas que te puedan parecer más interesantes o simplemente profundizar en el caso de estar seguro de la preferencia. Otro beneficio es que te permite entrar en contacto con más profesores, que en mi facultad, están ubicados en los pisos superiores o "el olimpo" como le llamamos nosotros, por lo inalcanzables. Esa cercanía es una buena opción para hacer contactos para trabajos futuros, recomendaciones, otras ayudantías e incluso como un primer referente para desarrollar una carrera en el mundo académico. En mi caso, vi muchos compañeros ayudantes que quisieron dedicarse a dar clases y pudieron hacerlo en la medida que se fueron especializando en algún área, incluso en más de un ramo. Esta experiencia también permite superar traumas como la incapacidad de hablar en público y de trabajar bajo presión en el contexto en que se debe mantener el control frente a un público que espera ansioso resúmenes de libros, preguntas y respuestas de pruebas y que te invade con todas las preguntas que te puedan hacer al mismo tiempo. Finalmente, y no por ello menos importante, es una línea más que puede engrosar los primeros currículums vítae.
Lo malo
A pesar de todos los beneficios ya nombrados, ser ayudante también tiene cosas malas. Una de ellas es el trabajo extra que genera, porque sí, ser ayudante implica una carga extra en la mochila de los ya cansados universitarios. En mi caso, como ayudante debía asistir a todas las clases, tomar algunos apuntes para posteriormente hacer las preguntas de las pruebas, que eran diseñadas íntegramente por mí. Obviamente, también debía preparar las clases que me correspondía realizar, en que debía reforzar el contenido de las pruebas, y donde tenía a 60 alumnos tratando de sacarme información sobre la prueba. También debía revisar trabajos, recibir reclamos, administrar la plataforma de notas y por cierto, tomar las pruebas. Por si fuera poco, tenía que tomar la asistencia y luego subirla a Internet. La verdad es que cuando comencé no imaginé que sería tanto trabajo, pero de todos modos era gratificante. Eso sí hay que saberlo compensar con la carga académica propia.
Lo feo
A pesar de todo el trabajo que implica, uno de los aspectos feos era la cifra del vale vista que nos entregaban cada mes. Llegado el día 30 corríamos a cobrarlo, pero la cifra no era ostentosa. Los ayudantes de mi facultad recibíamos la módica suma de $18.000 mensuales. Comparativamente, la cifra era más baja en relación a amigos de otras universidades que podían ganar $30.000 mensual. Otra de las cosas feas de esta labor es la invasión de preguntas, mails y llamadas que pueden perturbar tu antigua tranquilidad cada vez que te paseas por algún patio de la universidad. Como si te estuvieran esperando, sales a caminar y aparece frente a ti un montón de alumnos con preguntas. A mí se me ocurrió dar mi celular, además de mi correo, para un contacto más directo en caso que tuvieran algún problema urgente, y un día fui despertado a las 06:00 AM por una alumna que quería justificar una inasistencia a una clase. A esa hora contesté por defecto, pero créanme que no es nada grato despertar tan temprano cuando no lo requieres, ni menos tratar de pensar en el momento en que vienes saliendo del último sueño de forma estrepitosa.
Ser ayudante es una labor entretenida. Conoces gente agradable que viene con la misma motivación y energía con la que empezaste tú, a veces mucha, además da una experiencia no menor y contactos que pueden servir a futuro, pero es necesario calibrar un carga académica adecuada y aceptar que es una labor que se debe hacer por gusto para disfrutar de sus beneficios.
Imagen CC Jiuck