En mi curso de primer año todos teníamos la misma edad (18 a 20 años) hasta el segundo semestre, cuando llegó “Doña Pamela, la tía lolein”, de nuestra clase. La primera vez que la ví, pensé que era la nueva profesora o ayudante de ésta. Se notaba que era mayor sólo por su apariencia física y no por su ropa, la cual era bastante a la moda y no precisamente a la de su edad.
Usaba zapatillas con caña, chaqueta de cuero y unos lentes y morral bien hippies. Su cabello era desordenado y de un agresivo color rojo, sólo evidenciaba sus más de 40 años un par de canas que la acompañaban. Nunca pensamos con mis compañeros que era una universitaria más. Al principio fue difícil hablarle, porque ¿cómo le decíamos? Tía Pamela, Señora Pamela o Doña Pamela...Por muchos días sólo me atreví a saludarla, hasta que llegó el momento de invitarla a su primer carrete de curso.
Como estudiábamos en pleno Manuel Montt, era cosa de caminar unas cuadras y encontrar uno y mil pubs para compartir un rato. Un día de manera espontánea decidimos retirarnos de la aburrida clase de las 5 de la tarde y partimos con nuestra compañera mayor a carretear. Tras un par de cervezas, evidenciamos que era bastante juvenil para su edad. Tenía casi mil amigos en facebook, no se desconectaba de su celular y nos dejó perplejos con los relatos de sus interminables carretes del fin de semana.¡Las cachaba todas! Carretes, copetes, mambos, WhatsApp, Lollapalooza y todos los festivales por venir. En definitiva era una más y se convirtió en una de mis mejores amigas hasta el día de hoy. Siempre recordaré un día que en plena clase de televisión, se acerca a nuestro profesor y le dice: “Lo siento Rafa, pero el deber me llama y Ataque 77 me espera en el Caupolicán”. Mi profesor no atinó a decirle nada y todos nos quedamos mirando como su silueta desaparecía entre los pasillos y estudiantes de la universidad...