“He perdido a mi patria propiamente dicha, la que había elegido mi corazón, Europa, a partir del momento en que ésta se ha suicidado desgarrándose en dos guerras fratricidas”. Esta cita resume el sentimiento de su autor, el austriaco Stefan Zweig, al ver que los momentos de libertad, respeto y unidad que vivió durante la niñez y parte de su juventud desaparecieron bajo ambos sucesos mundiales.
Hay una extensa bibliografía sobre las dos guerras, pero El mundo de ayer es mucho más que el típico repaso cronológico de 1914 o 1933. Es la radiografía de la Europa pre era bélica y del recuerdo de una Austria donde se respiraba arte, cultura y diversidad. Pero también es la postal trágica de un continente destrozado por la ambición política, por el poder malentendido, por la obsesión de clasificar a los humanos en primera y segunda categoría, por la falta de tolerancia, por el odio y la total distorsión del mundo real.
Zweig parte recordando que al final del siglo XIX se miraba con desprecio a las épocas anteriores marcadas por las guerras, hambrunas y revueltas. Por lo mismo, se concluía que la humanidad de esa época no era lo bastante ilustrada. Pero en los últimos años del 1800 el progreso se hizo cada vez más visible, rápido y variado; narra el escritor.
“El individuo fue obteniendo nuevos derechos, la justicia procedía con más moderación y humanidad e incluso (…) la pobreza de las grandes masas, dejó de ser insuperable (…). Se creía tan poco en recaídas en la barbarie (…) como en brujas y fantasmas”. Pero ya sabemos que ese escenario casi idílico y esperanzador no duró eternamente.
A cien años del inicio de la Primera Guerra Mundial, el libro de Stefan Zweig es uno de esos imprescindibles para conocer un flanco distinto de esta Europa destruida dos veces. Es una autobiografía que atrae al lector desde el inicio.
Sus primeras páginas nacieron en 1939, durante su exilio en Brasil, y fue publicado póstumamente en 1942. El 22 de febrero de ese mismo año, Zweig se suicidó junto a su esposa, Lotte, al ver que su mundo se destruía en sí mismo y creer que como judío sería buscado eternamente.
El mundo de ayer es el relato conmovedor de un europeo empapado de civilización, que con nostalgia recuerda a su Austria iluminada por la música de Haydn, Mozart o Strauss; por históricas arquitecturas como la casa donde murió Beethoven o por una Viena donde el arte era considerado un derecho común y tanto pobres como ricos, checos o alemanes, judíos y cristianos convivían pacíficamente.
Zweig rememora a esa Europa donde confluían distintas corrientes culturales, donde se disfrutaba leyendo a Goethe, Shakespeare o Balzac; donde se podía pasear por un París creador, abierto a todos y libre pensador; una Europa que desaparecía en medio de la hostilidad y los horrores bélicos.
Aunque los recuerdos del autor tienen un aspecto demasiado idílico del viejo continente, incluso hasta con rasgos de benevolencia, tal vez gatillados por el sentimiento de pérdida que nunca pudo superar; El mundo de ayer es, probablemente, uno de los mejores libros de Stefan Zweig.
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