Estos seres, fervientes herederos en sus genes de los centros de madres o CEMA Chile, cultores de la práctica ancestral de la vecina copuchenta, o en su cao más actual del grupo de señoras en las máquinas tragamonedas de los negocios, pululan en la universidad queriendo bajo el concepto de la "buena voluntad" querer saber sobre tu vida, tus gustos, tus penas y alegrías para armar en cosa de minutos una tediosa, pegajosa y empalagante conversación de la cual, pobre de ti, no vas a poder salir. El sólo hecho de contestarle el saludo hace que tu día sea una perdición porque no solamente hablamos en las clases sino también en el espacio que queda entre las clases: hora de almuerzo, a la salida de la U, camino al paradero y si la suerte no te acompaña en nada, hasta cuando se baje de la misma micro en la que andas.
Y no paran de transmitir: sigue después en Facebook, en Twitter, en Instagram y ya desde ese punto de vista, no hay vuelta atrás. Es por eso que al día siguiente, cuando aparece el personaje en cuestión y comienza a transmitir comienza a hervir en tu cuello una vena que se libera de manera casi inmediata al expulsar el grito con la frase "cállate ahue****". Y como estos chicos son débiles de carácter -en la mayoría de los casos- salen corriendo. Es por eso que los debemos cuidar, pues su capacidad de oratoria es increíble y en las disertaciones resultan muy útiles; también son responsables y trabajan de manera excelente en las bibliotecas, aunque ello les cueste no poder articular palabra. Es por esto que debemos soportarles un tanto más y quererlos, como todo en la fauna y flora universitaria.
¿Los tienes en la mira?
Imagen CC Brian Smithson