Cuando me tocó hacer mi Seminario de Grado (alias, la tesis) lo pospuse care' palo. No fue de rebelde: lo hice porque me interesaba escribirlo en serio (algo raro de ver en Periodismo) y hacerlo toda apurá entre noviembre y enero (porque veníamos saliendo del paro más largo del mundo) no me tincó para nada. Así que ese semestre me dediqué a juntar chauchas trabajando en un supermercado de barrio peloláis, donde pesaba el pollo con arroz y respondía todas las preguntas sobre nuggets de las señoras aburridas, a cambio del sueldo mínimo. Y después de eso, me dediqué a mesonear en un bar rockero, al mismo tiempo que sobrevivía viviendo en un departamento donde carreteaban 24/7. Así que no fue hasta un año después que tomé el ramo y decidí hacerlo con el nuevo profesor de investigación recién llegado de europa y la amiga con la que mejor trabajaba. El tipo era sequísimo y resplandecía entre los profes más "tradicionales" de mi carrera (esos que creen que el Periodismo equivale a medios de comunicación y lo demás no existe). Así que... ¿qué podía salir mal?
Debo partir contando que en vez de terminar el ramo en diciembre, lo logré en enero y no me pusieron nota hasta febrero, lo cual significó que tuviera las vacaciones más abreviadas de mi vida (5 días) y luego tuviera que correr a meterme de cabeza a mi Práctica Profesional (en un diario, donde mi explotaron en turnos de 11X3).
La razón de los atrasos no fueron los paros ni que yo anduviera lenta: es que nuestro profesor guía tenía déficit atencional. Uno podía entrar a su oficina preguntando si el formulario de encuestas estaba correcto y recibir una charla sobre los pantalones apitillados, pasando por una anécdota sobre garzonear en España, para luego salir confundida pensando "¿Por qué cresta dejé que se desviara de nuevo?". Más encima, justo ese año viajó un montón de ida y vuelta a europa ("Quién como tú" ♫), así que habían semanas en las que no existía y no había forma de ubicarlo. La situación era tan desesperante, que todos sus alumnos a cargo teníamos su número de celular y hacíamos cola para conseguir entrevista con él, apenas regresaba.
Fue un semestre loco, que con mi amiga intentamos sobrellevar haciendo el seminario pasás a micheladas, porque "curá escribo mejor". Aunque debo admitir que en enero (la universidad ya pelada de alumnos) perdimos totalmente la paciencia y tuvimos dos discusiones muy fuertes con él, que terminaron con los ojos de mi amiga brillando en lágrimas y yo desenfocando al infinito.
Lo importante es que, a pesar de sus problemas de concentración, logramos escribir una tesis bacán: con buena bibliografía, tema actual y poco conocido, además de una redacción de oro... y que hasta hoy está tirado en secretaría, esperando que alguien lo indexe para entrar a la Biblioteca Central. Nadie nos hizo defenderlo, nadie nos ayudó a publicarlo. O sea, mejor debí haber escrito un ensayo en un mes, como lo hicieron el resto de mis compañeros: lección aprendida.
Imagen CC Nolo Chacon