Debo añadir que el lugar estaba bastante maltratado. Creo que a sus dueños anteriores le gustaba freír papas en medio del living, porque no hay otra forma explicar las manchas amarillas que salpicaban todo el techo. Tampoco voy a decir que tenía la alfombra más limpia ni las mejores conexiones eléctricas (uno de los arrendatarios salió corriendo con los soquetes y rieles de cortinas). Más encima, como no le llegaba el sol nunca, era caldo de cultivo de toda clase de hongos. Y si se preguntan por qué me fui a vivir a esa preciosidad, es porque era una propiedad de mi padre.
En fin... a ninguna mujer le interesó el llamado, yo necesitaba arrendar rápido y pronto conseguí la formación oficial: yo y tres hombres. Y ninguno era un joven promedio, no...
Primero estaba mi amigo que era capaz de quemar las Maruchan y el puré instantáneo y por el cual estuvimos a punto de llamar a los bomberos varias veces. Si abrías la puerta principal y salía una columna negra de humo, probablemente se debía a él. O sino la culpa podía ser del segundo espécimen: un diseñador gráfico gótico y tímido como él solo... o al menos así creíamos que era, hasta que un fin de semana se quedó solo, armó el carrete dark del siglo, un tipo vomitó por la ventana directo a un balcón y se perdió un pedazo de tubería del lavamano; su hobbie era asesinar un violín por las tardes (porque eso no era tocar música. Y para aportarle más locura al asunto, después llegó un porteño de look zorrón (lo cual le valió ese apodo), risa estridente y amor por la comida frita (tal como quedó estampado en nuestra cocinilla)... aunque de él no tengo nada que reclamar, porque era el único que sabía hacer aseo. Yo tampoco era la persona más ordenada y sobria del lugar, porque se me iba el tiempo entre mesonear en un bar rockero, estudiar Periodismo y tomar cerveza. Y para rematarla, tenía una gata a la que le gustaba arañar el papel mural y tirar su arena por todas partes, así que todo era un desastre.
La experiencia tuvo sus pros y sus contras. No me quejo de todos los carretes vividos ni los almuerzos compartidos ni menos de todas las tallas que nos ocurrieron, pero sí fue enseñanza de que hay que saber organizarse para mantener un departamento, porque si no reman todos para el mismo lado, el bote se va a pique. Y ese departamento sí que se volvió un naufragio...
Así que si piensan en vivir con más gente, aquí un par de recomendaciones:
1) Que estén todos en la misma pará
Cuando unos trabajan y otros estudian suele haber una colisión: algunos tendrán más tiempo libre y ganas de carretear, mientras que los otros sólo pensarán en estar en pie a las 8 de la mañana. Si se da ese caso, respeten las horas de sueño de los demás o puede que esa persona se levante a las 6 de la madrugada de mañas y desaloje a todos tus amigos a gritos (como yo lo hice una vez...)2) Organizarse para hacer el aseo
Armar un calendario en el que se dividan distintas tareas hace la vida más fácil para todos. Además, no es bonito cuando el departamento empieza a oler a basura.3) Poner reglas
No perder parte del lavamanos carreteando, no agarrar puertas a patadas, vigilar la olla mientras se cocina y que no haya fiesta 24/7 son algunas de las reglas que yo debí haber aplicado. Recuerda que la libertad de uno termina donde empieza la de los demás.4) No abuses de la cantidad de habitantes
Mientras más gente haya, es más complicado organizarse con los pagos, aseo y horarios para la ducha (sobre todo si hay un solo baño). De dos a tres personas suele ser un número más aterrizado.5) Piénsatela antes de incluir una mascota
Amo a mi gata con toda mi alma, pero debo admitir que varias veces el living quedó pasado a sus heces, que la alfombra quedó poblada de pelos y los muros fueron atacados sin piedad... y todo eso debió ser soportado por mis compañeros de departamento. Ahora, ella está más feliz viviendo en una casa con patio... mientras que los chicos no han vuelto a compartir pieza con un animal.6) Escoge bien la gente con quién vivirás
A pesar de que dos de los chicos eran mis amigos, estos eran muy diferentes y tendían a pelear entre ellos. Y el gótico escondiendo su botella de aceite en su pieza tampoco era muy fraternizador... Lo mejor es que te vayas a vivir con alguien que tengas costumbres e intereses en común para hacer más relajante la experiencia.Imagen CC Gregg O’Conell