Yo venía de una práctica que me había dejado anímicamente por el suelo y mi nuevo jefe era una institución de las Comunicaciones me estaba dando la oportunidad de crecer y aprender en este rubro tan cabrón.
Eduardo está a la cabeza de su propia empresa, fue un pionero en las comunicaciones internas por lo que trabajar con él es sinónimo de buena escuela. No se puede decir que es viejo, pero es el mayor en edad dentro de la pega.
Como su vasta experiencia es renombrada llegué con temor a buscar una oportunidad de trabajo –le dije tal cual ‘busco una oportunidad porque nadie me contrata’- y al parecer le gustó lo que dije, porque me contrató.
Apenas empecé él fue mi tutor. Me enseñó cada cosa que requería aprender para agarrar el ritmo del trabajo. Su paciencia era lo que todo profesional que recién empieza esperaría de un jefe. Y lo más bello del asunto es que Eduardo genera gratos ambientes para trabajar, porque es paternal.
Recuerdo la primera vez que me mandé un condoro, uno de mis compañeros puso el grito en el cielo por algo que, ciertamente, no era tan grave. Eduardo salió de su oficina y en tres minutos solucionó todo con serenidad y firmeza, cuando se fue me dio unas palmaditas en la espalda. Si hubiera tenido una guitarra le canto Papa don’t preach.
Pese a ser tan afectuoso, no quita el hecho que de vez en cuando se pegue su grito reclamando su puesto. Pero jamás he escuchado un mal comentario en su contra, todo lo contrario. El cariño que le tenemos como equipo es inmenso, todos estamos agradecidos de lo que nos ha enseñado.
Cuando la pega nos presiona al máximo, él sabe conducirnos y conseguir todos los objetivos que nos fijamos. Eso es invaluable en un trabajo, sobre todo si es una característica del que va a la cabeza del trabajo. Y siempre después de una semana intensa nos auspicia con un after office que va directamente al hígado.
El mes pasado llevó a su nieta –Isidorita– a la oficina y me pidió que la cuidara, porque “como tú tení sobrinos te manejai mejor”. No pregunté nada y acaté. Le dije a la pequeña que le hiciera un dibujo. A modo de humorada, yo también le hice uno que decía Para el mejor jefe y se lo regalé para su cumpleaños junto con un libro de The Beatles. Cuando lo vio se rio de buena gana y pegó el dibujo en la pared de su oficina.
Hace un mes que mis compañeros no me bajan del columpio.
Imagen CC vía Alan Cleaver