Sabíamos de la afición al café de este sujeto; una persona vieja, que ingresó a estudiar pedagogía cumpliendo el sueño de hacer lo que él quería después de tanto tiempo de trabajar y esperar una oportunidad. El problema: era demasiado amargado, soberbio y caía en la lata de tener que siempre aguantar el discurso político por sobre el académico que es el que tanto a veces falta.
Tenía una característica: tomaba mucho café. Después de lo que le pasó (producto de esta fallida broma que pasaré a relatar) nos contó que su trabajo de peoneta en una repartidora lo hacía estar en turnos muy largos y de noche. Para ello recurría al infalible café con coca cola, las bebidas energéticas y cuanta cosa con caféina y taurina pudiera tener en grandes cantidades. Pero al parecer ese rico amargo de esta bebida lo hizo irritable y pagamos el pato nosotros. Un día le gritó de forma grosera a una compañera por el solo hecho de pasarlo a llevar en un pie y eso nos llevó a motivar en planear una broma que le hiciera reaccionar y dejar de tener esa actitud tan estúpida.
Pensamos de todo: globos con agua cayendo de un piso elevado, rayar sus cuadernos mientras iba al baño, cambiarle los cigarrillos por estos que explotan y así, pero nadie tenía el valor para hacerlo pues, además, era un alumno muy aplicado y poseía la venia de muchos profesores quienes se lo peleaban para hacer ayudantías. Hasta que saltó el plan perfecto, bueno, aquello que pensamos que sería así. Se le ocurrió al "chico", compañero de universidad que le recriminó en su cara una mala nota por la ayudantía y se llevó un rosario de palabrotas de este señor y craneando con nosotros la posibilidad de realizar la acción se decidió a espiarlo y dio con la posibilidad en segundos de jugar una broma pesada. Nos comentó que, a pesar de su viveza, era muy distraído y que siempre, de manera religiosa iba al baño mientras repasaba su materia en el casino de la universidad y pedía un café para poder concentrarse. Su café era extremadamente cargado por lo que colocar una colilla de cigarrillo en su café, agitarlo y sacarlo para que no notara la diferencia era el plan perfecto para poder hacerlo pagar por aquellos gritos, despabiladas y palabrotas por encima del hombro en las que caíamos.
Fue un jueves, recuerdo, cuando el chico lo empezó a mirar... bueno, todos lo empezamos a mirar y estabamos fumando a la par y tal como dijo este muchacho, se levantó para ir al baño. Desde ese momento todo se transformó en una rápida y convincente manera de hacerlo caer. ¿El plan? distraerlo en el baño a la usansa de insultos los cuales contestaría y caería facil para luego colocar varias colillas de cigarrillos, agitarlas, sacarlas y ver que reacción tendría.
No duró más de 2 minutos la acción. Él no notó absolutamente nada. Se sentó, visiblemente ganador de esa falsa conversación y se llevó un buen trago de café.
Pasaron 2 segundos y su rostro cambió. Se puso rojo como un cangrejo en la olla y empezó a tiritar y toser como nunca habíamos visto a alguien con esa reacción. De pronto, la tos se transformó en espasmos, vimos como sudaba y de pronto, después de vomitar todo cayó desmayado. Saltamos rápido a ver que le pasó y ahí estaba inconsciente, no tendía a reaccionar y muchos nos miraban con cara de "que canallada hicieron".
Lo demás es imaginable: nadie habló, nadie vio nada; nuestro "amigo" quedó en la enfermería de la universidad y derivado a un centro asistencial. Cuando le dieron el alta comprendió que mejor debía ser amable y no hacer tanta salamería y menos estar en las nubes. A cada uno pidió disculpas y se transformó en el ser más amable del mundo. Nosotros, causantes de esta situación, nunca comentamos nada hasta el día de hoy.
¿Te ha pasado algo así?
Imagen CC Daniel Panev