La Leonor llegó al trabajo y su ascenso fue tan rápido que los mal intencionados comentarios no tardaron en llegar. “Yo llevo tres años acá y jamás me han mencionado sobre promoverme a otro cargo”, comentó la Trinidad el día que Leonor –y el jefe– no estaban en la oficina.
Lo cierto es que desde cierto punto de vista tenía razón. Nuestro jefe tiene unos 34 años y Leonor tiene 28, el chispazo entre los dos fue evidente: se saludaban afectuosamente, se coqueteaban derechamente, y se quedaban en el pasillo hablando trivialidades a vista y paciencia de todos. Hasta el cartero cachó que había onda. Pero este tema del amor no se perdona cuando de trabajo se trata.
La Trinidad no aguantó que la recién llegada ascendiera vertiginosamente, así es que quería su cabeza. Si bien no era regalona del jefe, sí era considerada dentro de las decisiones más importantes que se tenían que tomar, por lo mismo, comenzó a hacer uso de ese lugar de privilegio y como toda mujer envenenada empezó a difamar a la Leonor por donde sea que pasaba.
En menos de dos semanas tenía tres aliadas –un varón incluido– que hacían challa la reputación de Leonor. Mientras que ella y el jefe parecían permanecer en un nirvana que distaba mucho del caos que estaba formando la Trinidad.
Pero el gran cagazo ocurrió el día en que el jefe iba a anunciar el nuevo ascenso de Leonor. Los llamó a todos a la sala de reuniones y en ese mismo instante la Trinidad dijo: Capaz que sea un nuevo ascenso, a lo que el jefe respondió: ¿Y si fuera así? Trinidad arremetió: Me estai webiando… esta maraca te tiene que estar haciendo muchos favores pa’ que estí haciendo todo esto. Silencio. Incómodo y profundo silencio.
Yo pensé que el jefe iba a decir algo en defensa de su evidente pareja, pero no. Ella solita se acercó a Trinidad y le aforró un cachetazo que le debe haber dolido hasta a su abuela, y después salió de la oficina. La Trinidad quedó en una especie de shock, yo creo que nunca le habían pegado. Renunció a fin de mes, obvio.
En ese período Leonor trabajaba desde no sé dónde, pero trabajaba, porque yo era su partner. Con el jefe se casaron seis meses después, y ahora están ampliando el rubro y todo va viento en popa.
Como ahora es jefa, la Leonor demostró ser bien despiadada con las minas que sabía que la habían descuerado. De hecho una de esas minas le mandó un sugerente correo electrónico al jefe/marido y no contaba con que Leonor tenía acceso a todas sus claves. Le respondió: Linda, te escribe Leonor. No vuelvas mañana al trabajo. ¡Suerte!
Leonor tiene una red de contactos bien amplia, así es que la mina en cuestión todavía no encuentra pega.
Imagen CC vía guimaiolini