Aclaremos de inmediato que en temas afectivos nadie debería dar cátedra, por la sencilla razón de que nadie puede dar cátedra, no confíe en quien cree que sí. Habrán fórmulas buenas para unos y malas para otros: a la Catita le funcionó tal cosa y Pedrito pasó puras penas por no escuchar, vieras lo felices que son ahora, se nota que no se soportan. Clichés y prejuicios tan viejos como las señoras que viven de evaluar al resto, así que ese lado -anacrónico- de la conversación posterguémoslo para otro momento.
Ahora, el altísimo porcentaje de matrimonios fallidos, de separaciones, en todas las edades y clases, me hace cuestionar la necesidad de esta institución civil y religiosa para formar una familia y prometerse amor, pero ¡hey! esa es mi opinión y la contraria, la de aquellos que quieren vincularse de esta manera, me parece estupenda, allá ellos. Si son amigos mejor y si lo celebran a lo grande, perfecto.
Así fue la cosa con dos amigos, ambos estudiantes universitarios de veterinaria y ambos de Chillán, aunque allá en su ciudad no se conocían. Estos dos agarraron en la fiesta mechona del segundo año de carrera, mi amigo con 20 velitas y ella con un par menos. Cuento corto, para no caer en las canciones de Arjona, hicieron tremenda pareja, de esas que uno envidia. Eran -son- muy mateos ambos y estudiando full juntos, que para muchos puede sonar horriblemente aburrido- se engancharon. A mediados de tercer año de su carrera, la polola de mi amigo quedó embarazada y la sensación de tragedia y "acá cagó mi vida" duró apenas unos días.
A esta altura del relato usted está pensando: ningún brillo, se casaron obligados o sólo se casaron por la guagua. Como empezamos el cuento defendiendo las libertades personales, le digo que está bien, su derecho ejerce de pensar lo que quiera, pero yo le firmo que no fue así. Una de las razones para no "echarse" a morir por un embarazo inesperado, que a otros tumba y golpea en el piso, fue que ambos tenían familias espectaculares que les apañaron en todo y que en ningún momento los obligaron a nada más que a seguir los estudios, cosa que ellos también querían. Usted ahora dirá que esa suerte no la tienen todos, y esta vez estamos de acuerdo.
Un año más tarde, con bastante carrera universitaria por delante y con un bebé en los brazos, se casaron en un matrimonio a "la chilena" en un campo, en Chillán Viejo. Yo soy el hermano menor del mejor amigo del novio, compañero de pichangas y muchas fiestas celebradas en mi casa, por lo que me gané un asiento en ese día. Fue espectacular, cerca de diez parrillas inmensas asando de todo, de todo, a la vez. Música folclórica, pero también de la otra, la que se imagina uno cuando se habla de casorio. Celebramos día y medio.
Siguen juntos, egresaron los dos y tienen otro hijo más.
Volvemos al punto inicial, no sé cuán felices son, no estoy en su cama cuando se duermen ni veo sus ánimos cuando se levantan, pero si me piden adivinar no la pienso: los veo igual de mateos, igual de preocupados por los perros de mi casa -que son muchos- y todavía son una pareja de esas que dan envidia, en especial por verlos criar hijos siendo tan jóvenes, cosa que hoy se va perdiendo porque se llega a la paternidad con más años y de seguro ahí algo se pierde.
A pesar de todo, yo sigo pensando que prefiero egresar antes, convivir primero y seguir todo ese discurso de hacer las cosas "a la segura" ¿A la segura?, no me asegura ni mierda, y eso es lo que hay que grabarse, no hay reglas.
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