El primer día de clases en la universidad salí como una hora antes de mi casa. Y no fue 100% a causa de los nervios: ese año se había puesto en marcha el Transantiago. El metro estaba tan lleno y tan lento que era mandatorio salir con antelación.
Afortunadamente llegué antes a la universidad. Al sacar mi horario, vi que la primera clase empezaba en 20 minutos y la sala era la B-14. Mierda. Tenía plancha, no quería preguntarle a nadie, y no quise interrumpir a los auxiliares estaban reunidos cotizando a cada mina que pasaba.
Así es que raudo y veloz me puse a recorrer la U tratando de entender cierta lógica en la numeración de las salas. No lo conseguí. Fueron quince minutos de dar vueltas en un laberinto. Caché a una mina que iba con un horario en la mano. Pensé “ésta anda tan perdida como yo”. Hice la introducción de rigor, una que otra sonrisa, su comentario pseudo chistoso –todo esto en cuarenta segundos– y resultó que ella era de la misma carrera.
Ninguno de los dos había querido preguntar dónde estaba la sala, así es que unimos fuerzas y nos acercamos a los auxiliares/comentaristas. Resultó que la lógica no era tan lógica. Yo creo que para los que tienen su primer día de clases debería haber una visita guiada o algo por el estilo.
Cuando pensé que el día tomaría un curso más normal –dentro de todo– en la puerta de la sala había un papel que decía “Se tiraron. Semana del mechoneo”. Eso no era todo, el mensaje iba acompañado de un dibujo: un monito en una horca que tenía equis en vez de ojos, con la lengua colgando a un costado de su boca. DioH míoH. Anduve perseguío todo el día.
Como la sala no estaba abierta, me senté afuera a esperar cuando veo a la compañera que más burlas y comentarios concitó durante el primer y único semestre que estuvo en la U: Jimena. Una caminar digno de pasarela y meneando la cabeza con expresión de “mi pelo es mi reino”. Cuando vio el papel su expresión era, al menos, tragicómica.
Cuando entré a la sala me senté al final. Vi llegar a mis compañeros uno a uno. Los analicé a todos y caché a dos con los que pensé que no me iba a llevar bien, y así fue. Pese a todo, recuerdo el primer día con humor, y hasta con cariño.
Imagen CC CedimNews