Esta es mi historia. Tuve un jefe singular… de presencia muy imponente, alto, de ojos azules, pelo negro, ya comenzaba a asomase un poco su “pelada” y era muy serio, en apariencia…
Fue jefe mío durante un trabajo temporal, mientras estudiaba en la universidad. Yo era cajera en un supermercado muy concurrido. Él era el jefe de cajas, una pega bastante estresante a ratos, sobretodo en fechas especiales como el día de la madre, el día del niño, la navidad y ese tipo de festividades.
Cuando llegué, todos decían que era pesado y que, en ocasiones, hacía llorar a las cajeras, que de hecho era el terror de las chiquillas. Bueno había muchas chicas un poco más sensibles que otras, pero eran las menos.
El asunto es que tenía fama de malo, pero la realidad estaba muy lejos de aquello… el tipo era nervioso, si hay alguna forma de describirlo, esa es justamente la palabra, NERVIOSO. Cada vez que se hacían filas de más de cuatro personas en las cajas, él se ponía como loco…
Se paraba en la puerta del “centro de cajas” y comenzaba a transpirar, se le salían los ojos y además tenía un tic muy particular, levantaba los hombros incansablemente y al mismo tiempo se acomodaba el cuello de la camisa con la corbata como si quisiera arrancársela.
Era muy chistoso porque después de un rato de hacer eso comenzaba a dar órdenes a diestra y siniestra sin ningún tipo de coordinación entre el habla y los gestos. Pero la cosa se ponía todavía peor cuando recibía el llamado de los administradores…eso sí que era una oda al nerviosismo, parecía que en cualquier momento iba a estallar, todos los tics señalados se potenciaban al triple.
Una vez me llamó porque me equivoqué al hacer un pago y trató de retarme, probablemente quiso mostrarme su lado malo, ese del que tenía fama, pero como yo tomé la situación con tanta calma e incluso, puse cara de desaprobación cuando comenzó a levantar la vos, no pudo hacerse el malo. Y ahí descubrí que tenía otro tic… como yo le di mis explicaciones y también levanté la vos, el tipo empezó a levantar los hombros, acomodarse el cuello de la camisa a transpirar y más encima, se puso a tartamudear… pobre tipo, si era la pura fama lo que tenía de malo.
Con el pasar del tiempo ya toda la gente lo tenía identificado, nadie le tenía miedo y había imitaciones de él por doquier. Cada vez que veíamos que llegaba más gente empezábamos a hacer la cuenta regresiva para ver el show de tics que él hacía en la puerta del centro de cajas. Al poco tiempo el pobre hombre tuvo que renunciar al trabajo porque no aguantaba el estrés que le producía.