Hay más de cien formas de evitar ir a la universidad a rendir ese certamen maldito que nos puede costar el ramo. Podemos despertar temprano y fingir en un recinto médico para conseguir un certificado por dolor de pelo, podemos matar a nuestra abuela o a nuestra madre e informárselo al profesor en cuestión, podemos al comienzo de la prueba teatralizar síntomas de desmayo, visión en blanco, mareos y todo eso.
A la hora de poner excusas nuestra imaginación es el único límite, de hecho, para muchos prima el axioma de que mientras más extraña o "fuera de la norma" sea la mentira, más creíble será, sólo debe estarse preparado para llevarla hasta el final. Como sea, por lo general los engaños universitarios sólo comprometen a la persona que la inventa y nunca la pone en mayores riesgos que ser creídos o no creídos .
Pero hay otros que llamarían a todas estas opciones: "de principiantes". Se trata de un grupo de temerarios que, tal como se lo indican las películas, se visten de una manera diferente a la habitual y emprenden rumbo a cualquier zona lejana a su casa, donde en el más solitario de los teléfonos públicos marcará el 133, o llamará a la facultad respectiva de su facultad. Allí, cuando le contesten, con la voz más extraña que pueda interpretar, dirá a su receptor que existe un peligro inminente de bomba en su facultad, que espera con su presente llamado salvar la vida de todos.
Entiendo que esto no se debe hacer, que hay un malgasto considerable de dineros públicos tras cada llamada de este tipo, que la moral, que la vida del estudiante, y así un largo etcétera. Pero qué le puedo hacer, como nuevo recurso de la flojera universitaria me parece fenomenal. Los estudiantes salen del lugar evacuado con la misma calma que se levantan, el equipo de bombas de carabineros llega de mala gana a lo que sabe es una farsa y todos los funcionarios comienzan a apostar por la razón del aviso, "es por el coeficiente dos en medicina", otros más arriesgados se animan a adivinar el autor, "fijo es el grupito de Morales".
Posterior al nulo pánico, algunos consiguen su objetivo de correr la prueba y otros no, las autoridades hablan de lo irresponsable de estos hechos, cuentan otra vez la moraleja de un tal Pedrito y un lobo, amenazan con la búsqueda de los culpables, mencionan a la fiscalía y todo otro largo etcétera, pero lamentablemente para ellos es muy poco lo que pueden hacer.
En el año 2011, a media cuadra de mi casa, en la sede de Concepción de la Universidad del Desarrollo hubo tres avisos falsos de bomba en una semana. Eso fue derechamente una payasada sin gracia, a pesar de tener varios amigos estudiando allí nunca supe de las razones o de los autores de esas llamadas, pero sí sabía que después de tres avisos no le hacía gracia a nadie.
La situación anterior nos recuerda que el tema no es broma, a pesar de que varios casos han sido más chistosos y han logrado éxito para esos flojitos que capearon la prueba. De seguro mientras nadie sea pillado o mientras no haya una explosión seguiremos teniendo avisos falsos de bomba, no juzgues con todas tus fuerzas, no lo hagas, no saber si será el próximo en llamar.
¿Qué otro método, de este mismo calibre, conoces para evadir un certamen?
Imagen CC Matias Fabres