¿Hasta dónde estarías dispuesto a llegar para ser el elegido? Eso es lo que plantea esta película de 2005, que muestra las inquietantes prácticas que algunas personas concretarían si vivieran una situación límite.
En este caso, se agrupa a siete postulantes para seleccionar a quien ocupará un cargo indeterminado en una multinacional llamada Dekia. A través del método Grönholm, los empleadores pondrán a competir a estos aspirantes, en una oficina cerrada, llevándolos a superar diversas pruebas, algunas más reprochables que otras.
La primera de ellas será descubrir cuál de los aspirantes es el miembro infiltrado del Departamento de selección del personal. Sin una respuesta definitiva, continúa la discusión que lleva a decisiones complejas. Por ejemplo, si harías algo ilegal que te pidiera tu empresa o si serías capaz de traicionar el secreto de algún colega en beneficio de tu lugar de empleo.
Mientras eso ocurre en Madrid, las calles son ocupadas por grupos anticapitalistas que acusan al Fondo Monetario Internacional (FMI) y al Banco Mundial de ser instrumento de las multinacionales para explotar el trabajo infantil, vender alimentos manipulados y convertir al planeta en un basurero. Una crítica velada digna de discutir.
Ganadora de dos Premios Goya, por mejor actor de reparto y mejor guion adaptado, la película recrea un clima de tensa competitividad, dejando en evidencia los miedos, inseguridades y la falta de escrúpulos de los finalistas.
En casi dos horas, veremos desconfianzas, disputas, secretos, agresividad y una serie de elementos que dará impulso a esta “ley del más fuerte”, donde tal vez, independiente del resultado, no hay un posible ganador.
El film del argentino Marcelo Piñeyro, basado en la obra teatral del dramaturgo español Jordi Galcerán, El método Grönholm; merma su calidad en los minutos finales y en la confusión de algunos diálogos. Sin embargo, permite una serie de reflexiones, como el análisis sobre el mundo laboral que a ratos parece una cacería humana, donde las lealtades no necesariamente están en el lugar que debieran.
Ver que para ciertos empleadores cualquier técnica es buena si se consigue lo que pretenden, me parece una “lógica” carente de principios, un método cruel y deshumano que no sabe de escrúpulos. Ni hablar del respeto hacia los demás, aquí el objetivo es la victoria y para ello hay que eliminar al adversario sin importar los costos.
Competir es sano y necesario, pero para todo hay límites. Valores como la lealtad, la honestidad y la dignidad no deben ser censurados para conseguir nuestras metas. Lo lamentable es que siempre habrá quienes estén dispuestos a todo aunque tengan que pasar sobre los demás.
Sin duda, El método genera sentimientos encontrados, para algunos será un mecanismo normal y válido dentro del mundo laboral y para otros es una técnica repulsiva que debe excluirse. Como sea, la película nos permite visualizar la ambición mal entendida y el peligroso grado de cinismo que puede alcanzar la sociedad.