Uno de los grandes temas de la vida universitaria es cómo llegar a clases. Sí, el famoso traslado de la casa a la U y viceversa. Porque estoy segura que más del 80% de los estudiantes viven lejos de su facultad, y es bastante tiempo el que se invierte en andar en micro o metro.
De ida me demoraba entre una hora y cuarto o una hora y media, pero de vuelta eran mínimo dos horas por el tráfico en horario peak. Con mi viejo sacamos la cuenta y, en total, son tres meses y medio al año arriba de la micro. Corta. Sin rodeos. ¡La vida misma en una micro! Así que ahí va el primer punto positivo del auto, acortar tiempos y distancias.
Así es, el auto es la comodidad en cuatro ruedas. Cuando estás atrasado no dependes de que pase la micro, sólo te subes al auto y partes. Cuando hace frío o llueve es más calentito y sobretodo en época de resfríos es más seguro porque no viajas en una fuente segura de contagio. Entonces, tener locomoción propia te da independencia y algo más de seguridad.
No importa la distancia, puedes llegar donde quieras. A tu ritmo, con quien quieras, mejor aún si tienes una buena radio y musicalizas ese tiempo al volante.
Pero, ¿qué pasa cuando terminas la jornada en la U después de haber tenido clases todo el día, cansado luego de haber escuchado en la última hora al profe más aburrido, pero tienes que estar con tus sentidos alertas porque tienes que volver manejando? Ahí sí me gustaría subirme a la micro, encontrar un asiento, aferrarme bien a mi mochila y dormir todo el camino.
Otro punto complejo es donde estacionar. De la micro te bajas y listo. De la bici te bajas y es más fácil donde dejarla con su cadena correspondiente, pero el auto requiere más espacio y seguridad, sobre todo si estudias en el centro, donde hay pocas facultades con estacionamiento propio. Punto en contra.
Pero lo peor de todo es cuando estás en clases y llega tu compañero gritando “¡llegaron los capuchas!”, porque ya no piensas en las lacrimógenas o en correr, lo primero que se te escapa es “¡chucha, el auto!”. Y hay que sacarlo del estacionamiento o rajar rapidito.
Como ven, mi relación con la conducción es de amor y odio, porque entre tantas ventajas hay que acostumbrarse a los puntos en contra que te quitan algo de tiempo pero que te dan libertad en cierto punto y bastante comodidad. Es como el vaso medio lleno o medio vacío, cada uno elige lo que quiere ver. Total, siempre puede haber otro compañero buena onda que si quiera manejar y te lleve a la U.
Imagen CC vía Montecruz Foto.