Les voy a ser franco: en la media era impopular, tenía menos arrastre que un caracol con las niñas y siempre era el ñoño que si salía con un dato freak era mirado como un idiota... hasta que entré a la universidad. Ahí me encontré con muchas personas, todas pertenecientes a un mismo gusto que era la pedagogía pero todos eramos distintos y nos aceptábamos entre todos inclusive a aquellos que, por distintas razones, sólo se dedicaban a sus estudios y nada más. Rara vez los vimos en un carrete, en alguna celebración mechona o siendo mechoneados, constantemente estaban atentos a las fotocopias y se hacían un hábito de leer de distintas materias al menos 20 hojas diarias, anotaban como buenos escribanos y se quedaban callados y atentos a las indicaciones de los profesores. Los demás vivían la vida lo más relajada posible y ese relajo se intensificaba cuando salía un carrete al cual la gran mayoría iba (los que tenían dinero, pues yo con suerte tenía para el pasaje y las fotocopias) no así quienes mencionaba anteriormente. Pero, como todo en esta vida se da vuelta y cualquiera puede salir del encierro impuesto por la familia o la religión, donde se da vuelta todo este fanatismo de los libros y los textos es en las salidas a terreno que dependiendo de cada una de las carreras y del profesor a cargo es carrete seguro. Se sienten inseguros fuera de su hábitat y muchas veces con miedo pero como nos caen bien los acogemos de la mejor forma para que no pasen penurias.
Yo me banqué buenas experiencias de giras de estudio (tranquilos, no daré nombres, ni lugares ni la universidad). En una de ellas, recuerdo que estábamos bebiendo algunas cervezas y comentando los distintos lugares a los cuales fuimos, en otro grupo el profesor estaba jugando póker apostando palitos de fósforo (a la hora que es dinero nos vamos todos a la B) y de pronto alguien saca una radio y empezamos todos a bailar de lo mejor cuando, sin mediar previo aviso, veo como mi inocente compañer@ de clases se empina un vaso de cerveza. Me dije "ah que bien, se liberó" pero después fue otro, y otro.
No es que tuviera la lengua traposa, ni menos que empezara a dar la lata o la pena, pero si se nos puso odios@: lanzó maldiciones al chofer del bus (indicando que no sabía conducir) y lo iba a convertir en sapo. No es que l@ viera con un caldero pero como ya estaba empezando a tomar las cosas en serio decidimos llevarl@ a una de las piezas para que pudiera dormir, mientras seguía y seguía maldiciendo al chofer. Al día siguiente de preguntarle obviamente no se acordaba de lo que dijo y ya estaba un tant@ urguid@ de haber sido filmado o fotografiado en ese estado. Lo cierto es que después de ese día se soltó un poco más y el último incidente lo tuvo con una bebida energética de mala calidad pero que fue como un kilo de petazetas en la boca, y en la mente.
Si, la liberación personal al ingresar a la U es tremenda. Más cuando te ves rodeado de botellas y botellas de cerveza en un mesón, compartiendo con amigos o conocidos, fumando cigarrillos sin importar el horario al cual vas a llegar a tu casa; sin embargo, como todo tiene un inicio también en algunos casos tiene un final y ese puede ser, o que repruebes tus ramos y te sales de la U, o bien cuando empiezas a ver que los tiempos son distintos y debes ocuparte más de tus estudios... o lisa y llanamente te subió el pelo y ya no bebes cervezas sino destilados varios.
Se preguntarán que pasó con mi compañer@. Está haciendo clases y tiene más tiempo libre para salir. No sabemos eso si, si sigue maldiciendo a las personas cuando se pasa de copas.
¿Y tú, te liberaste al entrar a la U?
Imagen CC vía Carolina Hormazábal