¿Te ha pasado que en tu carrera no falta el actor, el músico o el escritor frustrado, cuando debiera estar pensando en números, leyes o bien en técnicas de educación? Los conoces, están a tu lado compartiendo la vida universitaria y a la par para ser profesionales pero, también en sus venas, corre esa veta artística muchas veces censurada por la familia ya sea por tradición o porque existe un miedo a que el hijo o el descendiente no sea exitoso como lo es su familia.
Tenemos a aquellos que son guitarreros, y los tenemos en sus variadas formas: aquellos amantes de la trova (Silvio Rodríguez es su estandarte y pobre que hablen mal de él) como así también a aquellos que son duros exponentes del rock más pesado. Siempre cargan su guitarra eléctrica, o de palo, a todas partes y aunque no suenen por la falta de amplificación o mala acústica están a cada rato rasgueando o punteando con, si no es una uñeta, con el pase escolar. Son del deleite de las señoritas ya sea por su buena voz o por tocar bien el instrumento en cuestión.
También están aquellos que son cantantes. Estos seres, hombre o mujer, extrañamente emergen de variadas formas: en un karaoke después de varias cervezas en el cuerpo, en alguna celebración universitaria donde las alianzas deben presentar un exponente, siempre acompañado del guitarrero y que de ser una señorita le dice que canta lindo con el mero fin de engrupir, o bien debido a que la clase le exige hacer una acción para que se pueda soltar (No me digan que no es así porque ahora tienen hasta como electivo el yoga). Es entonces que aquel patito feo y serio se transforma en un poseído cisne del micrófono y no hay quien lo pare hasta quecierren el local.
Y por último, aquel que con imitaciones a los profesores se gana un espacio en el incipiente teatro nacional. Es histriónico en las disertaciones, hace reír con cualquier intento de stand up comedy y todos nos cansamos de preguntarle "¿porqué no estudias teatro?". Pero así como son de divertidos también están perdidos y muchas veces no saben responder.
Los hay, los tenemos y los queremos. Si bien no entendemos las razones por las que decidieron estar en una carrera tan seria o compleja, amargándose con fotocopias inentendibles, cuando podrían estar preocupados de hacer lo que realmente les apasiona y que les brota ya no por los poros, sino por todas partes del cuerpo a la menor provocación.
Adelante artistas, se deben a su "público".
Imagen CC vía Daniel Vladimirova