“A los diecinueve años, siendo el peor estudiante de derecho, empecé mi carrera como redactor de notas editoriales, y fui subiendo poco a poco y con mucho trabajo por las escaleras de las diferentes secciones, hasta el máximo nivel de reportero raso. La misma práctica del oficio imponía la necesidad de formarse una base cultural, y el mismo ambiente de trabajo se encargaba de fomentarla. La lectura era una adicción laboral”.
Este es uno de los párrafos de El mejor oficio del mundo, el discurso que el nobel colombiano dio ante la 52ª Asamblea de la Sociedad Interamericana de Prensa en 1996 y donde entrega una clase magistral sobre periodismo.
Para Gabo toda la formación de los reporteros “debe estar sustentada en tres pilares maestros: la prioridad de las aptitudes y las vocaciones, la certidumbre de que la investigación no es una especialidad del oficio sino que todo el periodismo debe ser investigativo por definición, y la conciencia de que la ética no es una condición ocasional, sino que debe acompañar siempre al periodismo como el zumbido al moscardón”.
Él aprendió y enseñó que no basta con tener la información básica para contar una historia completa. Un periodista debe ir más allá de lo evidente o del comunicado oficial, debe buscar el detalle, observar meticulosamente el escenario y al personaje a entrevistar, gastar la suela de los zapatos con libreto y lápiz en mano, porque “una grabadora oye pero no escucha, repite pero no piensa, es fiel pero no tiene corazón, y a fin de cuentas su versión literal no será tan confiable como la de quien pone atención a las palabras vivas del interlocutor, las valora con su inteligencia y las califica con su moral”.
Exilio, literatura y periodismo
El diario colombiano El Universal, fue la cuna periodística del veinteañero García Márquez. Allí escribió sus primeros reportajes y su primera columna llamada “Punto y aparte”, que apareció entre mayo y junio de 1948.
Siete años después publicó uno de sus reportajes más conocidos, Relato de un náufrago, una denuncia política que le costó el exilio al reportero y la carrera al entrevistado.
“A pesar de las presiones, las amenazas y las más seductoras tentativas de soborno, Luis Alejandro Velasco (el náufrago), no desmintió una línea del relato. Tuvo que abandonar la marina, que era el único trabajo que sabía hacer, y se desbarrancó en el olvido de la vida común. Antes de dos años cayó la dictadura y Colombia quedó a merced de otros regímenes mejor vestidos pero no mucho más justos, mientras yo iniciaba en París este exilio errante y un poco nostálgico que tanto se parece también a una balsa a la deriva”, recuerda Gabo en el libro que lleva el mismo nombre del reporte.
Así comenzó esta larga y exitosa carrera, donde la literatura y el periodismo se desarrollaron simultáneamente, al menos durante los primeros años. Nacieron sus clásicos El coronel no tiene quien le escriba (1961), Cien años de soledad (1967), El otoño del patriarca (1975), Crónica de una muerte anunciada (1981) y El amor en los tiempos del cólera (1985), entre otros. Y también nació una valiosa bibliografía para los comunicadores sociales. Crónicas y reportajes (1976), Noticia de un secuestro (1996), Yo no vengo a decir un discurso (2010), los cinco tomos de Obra periodística (1948-1995), más una serie de intervenciones públicas, artículos, entrevistas y otro ciento de páginas dedicadas a la crónica y el reportaje.
FNPI: las ganas de Gabo por educar
El prólogo del libro Textos Costeños. Obra periodística 1, de García Márquez, aclara que el periodismo del escritor “fue principalmente una escuela de estilo, y constituyó el aprendizaje de una retórica original”.
En efecto, el nobel de Aracataca deja lecciones invaluables, su conocimiento traspasó el lápiz y el papel. Plasmó la idea de crear un sistema primario de enseñanza mediante talleres y seminarios de formación e intercambio entre periodistas, colaboración en redes y estímulos al desarrollo profesional. Así nació, en 1995, la Fundación Gabriel García Márquez para el Nuevo Periodismo Iberoamericano (FNPI), con el objetivo de “trabajar por la excelencia del periodismo y su contribución a los procesos de democracia y desarrollo de los países iberoamericanos y del Caribe”.
Desde su inicio la entidad, que dirige Jaime Abello, ha realizado foros, conferencias, paneles, y actividades virtuales. Ha efectuado talleres y seminarios presenciales en más de 50 ciudades de distintos países donde los periodistas han renovado su compromiso con la profesión.
En 2013, la FNPI instauró el Premio Gabriel García Márquez de Periodismo donde postularon 1.379 periodistas de América, España y Portugal. La iniciativa promueve la búsqueda de la excelencia, la innovación y la coherencia ética en lo que Gabo llamó “el mejor oficio del mundo”.
Tras la muerte del escritor, la fundación publicó un homenaje con la leyenda “gracias maestro” en portada, reforzando el compromiso de impulsar el buen periodismo, estimular vocaciones e inculcar pasión. Aspectos imprescindibles para ejercer, pues como decía Gabo: “nadie que no haya nacido para eso y esté dispuesto a vivir solo para eso podría persistir en un oficio tan incomprensible y voraz, cuya obra se acaba después de cada noticia, como si fuera para siempre, pero que no concede un instante de paz mientras no vuelve a empezar con más ardor que nunca en el minuto siguiente”.
Imagen CC vía Carlos Varela