Son cosas inevitables en la vida universitaria: aguantar por años al profe que no te gusta, rendir certámenes fijados al mismo horario que esos eventos imperdibles y soportar que te pongan a trabajar en grupo, con una suma de individuos que personalmente no seleccionarías para compartir el fin de semana, para la pichanga de miércoles y menos para tomar los libros. El trabajo en grupo, una frase odiada por todo universitario.
Te presentas en la sala de clases como un día cualquiera, pero no lo es. Tu profesor comenzó ese discurso ta repetido: "en la vida profesional no estamos solos, van a tener que trabajar en grupo", y ya sabes lo que se viene así que sólo ruegas que puedas hacer el trabajo con tus amigos, pero el sermón sigue: "...y la mayoría de las veces vas a tener que trabajar con personas que no conoces o que te caen mal", las palabras caen como plomo y nos rendimos. Sabemos que el viejo tiene un buen punto, pero no nos importa.
Resignados, comentamos con nuestro compañero "que no me toque con el imbécil del...", "mientras no sea con la floja de la...", responde tu amigo con sus propias preocupaciones. Cunde el pánico y todos esperan las listas. Pareciera que cada grupo está hecho a propósito para el divertimento del canoso educador aunque el muy mentiroso asegure que se trata de una selección azarosa. En fin, reina la Ley de Murphy y quedas con quien no querías, si tienes mucha suerte te toca un conocido para volver todo más llevadero.
Manos a la obra, grupo y tema de estudio asignado. El profe pide designar un líder, un encargado de la comunicación y responsabilidad de esta hermosa agrupación de jóvenes. No hay que preguntar, no es necesario, salta de su asiento el compañero desagradable, mamón, a veces mateo, a veces sólo desagradable y mamón, "yo profesor". Esa autodesignación es el comienzo de un reinado del hombre en cuestión. Como ya le dijo al profe que es el líder se empieza a creer el cuento y a dar órdenes para todo. "Tú y tú estudien a este autor y resuman en tantas páginas", "yo con el Pedrito vemos estas guías y hacemos un cuadro esquemático", así hasta dividir todas las labores, nuestro líder distribuye la pega.
Pensarás que se trata de pelar hasta el cansancio a esta o este mamón con aires de liderazgo, te equivocas. Este pequeño post es una oda al personaje en cuestión y a su nunca buena ponderación. Si es él o ella es lo de menos, aunque la critiquemos todos sacamos provecho de ese nivel de organización compulsiva que tiene. Reconócelo, si no es por él estarías hablando media hora de cualquier tontera, de lo latero que es el profe por dar trabajos en grupo, para recién después de toda la cháchara pensar una manera en la que distribuirse el trabajo. Es un mal necesario y extremadamente útil.
En definitiva, gracias a la organización del mamón tú tienes más tiempo para irte a tu casa y hacer todo eso, de seguro, muy importante que tienes que hacer. Sólo es cosa de no molestralo y verás como la productividad fluye. Total aún te quedan años para hablar con la mina rica o reírte con los pelusones de tus amigos.
La próxima vez que tenga trabajo en grupo mi compañero escuchará la siguiente reflexión, "ojalá me toque con ..., así la hacemos corta".
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