Dos chicos, una religión, los sábados como días sagrados, pruebas en la universidad: imposible de compatibilizar. Aunque suene extraño no hablamos de elementos aislados, tampoco de algún tipo de sopa de letras, acá nos referimos al caso que llevó a dos alumnos de la Universidad San Sebastián a presentar un recurso de protección en la Corte Suprema debido a que la casa de estudios programó pruebas los sábados, día de descanso religioso para los adventistas.
Lo loco no es el hecho en sí, si no el revuelo que esto causó en las redes sociales y en quienes creen y respetan ciertos días como sagrados. Todo esto porque la Corte rechazó, luego de haberlo acogido, el recurso impuesto por los estudiantes argumentando que la universidad se está rigiendo por los reglamentos y programas académicos y, de esta manera, no está incurriendo en ninguna falta al utilizar los sábados para tomar pruebas.
Y entonces cabe la primera pregunta ¿estos estudiantes no revisaron el reglamento antes de matricularse en la U? ¿No deberían haber preguntado si el día sábado se utilizaba para clases o pruebas ya que ellos, debido a ser participantes de la Iglesia Adventista del Séptimo Día, deben consagrar esa jornada? ¿Es imposible ocupar uno o dos sábados al mes para cumplir con una meta de estudios?
A pesar de eso, hay algo que llama muchísimo más la atención. Sí. Porque, sinceramente, cuesta pensar que en el siglo XXI aún haya conceptos que generen tanta, pero tanta discordancia y la gente se tire de los pelos por creer o no creer. Agradezcamos que ahora no nos queman por hablarlo, pero comentarios como “rézale a tu Dios para que te ayude”, sacan un poco de las casillas, porque seamos religiosos o no, lo más importante es respetarnos.
Se ha luchado durante mucho tiempo para vivir en un mundo libre, donde podamos profesar la creencia que queramos. De hecho, la Ley 19638 de la Constitución chilena afirma en su artículo N° 1 que “El Estado garantiza la libertad religiosa y de culto en los términos de la Constitución Política de la República”, y en el N° 2 añade que “Ninguna persona podrá ser discriminada en virtud de sus creencias religiosas, ni tampoco podrán éstas invocarse como motivo para suprimir, restringir o afectar la igualdad consagrada en la Constitución y la ley”. O sea, por ley podemos creer en lo que queramos.
El punto acá es que, a pesar de la libertad que podamos tener para participar de cualquier religión, no podemos esperar que las instituciones y la sociedad cambien para que nosotros podamos profesar lo que creemos. Así es. Desde 1925 que Chile es un país laico, y la religión no puede ni debe interponerse en el devenir propio de un pueblo, ni tampoco se pueden otorgar privilegios a ninguna clase de culto.
A eso es lo que apela Leonardo Rozas. Es ateo, pero así como opina que aquellos alumnos adventistas deben respetar las normas de la Universidad en la cual voluntariamente decidieron matricularse, cree “que los ateos o agnósticos que estudian en la Pontificia Universidad Católica, por ejemplo, deben igualmente respetar las normas que allí existen. Si a estos alumnos les es obligatorio cursar un ramo de "Teología I" o algo así, van a tener que hacerlo y punto; no pueden pedir privilegios ni mencionar una "objeción de conciencia" (como les aceptan a los Testigos de Jehová para no hacer el servicio militar) para no cumplir con las normas de la institución en cuestión”.
La cosa es clara, en estos casos lo más importante es informarse antes para no pedir privilegios después. Acá no se trata de juzgar a quienes profesan una religión, simplemente entender que cada uno tiene derecho a vivir como quiere, pero sin obligar a otro a que entre en su misma lógica.
Sebastián Corro entró a la universidad sabiendo que pronto se iría a la misión. En esa época era un activo miembro de la Iglesia de los Santos de los Últimos Días, era mormón, y como cada joven que practica de esa creencia cumpliendo los 18 ya está preparado para viajar a donde le toque ir a predicar y buscar nuevos bautismos. Para ellos es una experiencia.
Pero cuando volvió, luego de dos años de misión en Ecuador, él cambió y el trato en la U cambió, algunos creían que había perdido todo ese tiempo y él quería incorporarse como si el tiempo no hubiera pasado, tratando de destacarse lo que más podía. Pero su aterrizaje personal demoró bastante tiempo y tuvo que acomodarse poco a poco.
“Yo quería destacarme y demostrar que los que poníamos nuestra confianza en Dios teníamos mucho más éxito y éramos personas "diferentes", destacadas, notables... Eso claramente tiene que haber sido un poco fastidioso para una mitad de los que me rodeaban y muy chistoso de ver para la otra”, cuenta Sebastián.
De todos modos, a pesar de las diferencias en su forma de vida, tuvo un grupo de amigos que entendió que él no se juntaba a hacer trabajos los domingos u otro día que tuviera reuniones en la Iglesia; y fue esa misma buena onda la que abrió los ojos y lo hizo darse cuenta de que fuera de la religión “puedes encontrar gente maravillosa y fantástica que comprende miles de cosas y que tiene mucho para enseñarte”. Finalmente, todo ese proceso de adaptación y autoaceptación le costó la carrera, y conllevó un enorme cambio en su vida.
Todo lo anterior no quiere decir que estemos en contra de que estos dos chicos adventistas, estudiantes de odontología, quieran respetar su creencia de que los sábados son días de descanso religioso. Háganlo y si eso los hace felices y completos, continúen. Pero no pueden pedir que una universidad cambie su reglamento para eso. En ese caso son ellos los que deberían haber averiguado antes, haber leído el reglamento y haber buscado el lugar indicado para poder estudiar y profesar su religión sin problemas. Universidades e Institutos hay para tirar de regalo.
Porque la religión es una opción, pero la educación es un derecho para todos los seres humanos, tengan la creencia que tengan y, por ende, no podemos tener privilegios con ningún culto o creencia. El respeto debe ser igual para todos.